Cómputo de los primeros
escritores cristianos.-
Ireneo aludía al "sacrificio y la libación" quitados por
el anticristo durante la "media semana". Tertuliano (m.
240) afirmaba que las 70 semanas se cumplieron con la
encarnación y la muerte de Cristo. Sin embargo,
comenzaba este período profético con el primer año de
Darío y, curiosamente, lo continuaba hasta la
destrucción de Jerusalén por . Declaraba que el período
fue sellado con el primer advenimiento de Cristo al fin
de 62 semanas y media.
Clemente de Alejandría (m.c. 220) también sostenía que
las 70 semanas incluían el advenimiento de Cristo y que
el templo fue construido dentro de las "siete semanas
profetizadas". Judea quedó en paz durante las "sesenta y
dos semanas", y "Cristo nuestro Señor, 'el Santo de los
santos', habiendo venido y cumplido la visión de la
profecía, fue ungido en su carne por el Espíritu Santo
de su Padre". Cristo fue Señor durante las sesenta y dos
semanas y más una semana, decía Clemente. Durante la
primera mitad de la semana gobernó Nerón, y fue
eliminado durante la otra mitad, y Jerusalén fue
destruida al fin del período.
Hipólito interpretaba las 70 semanas proféticas como
semanas de años literales, y hacía que los "434 años"
(62 semanas) abarcaran desde Zorobabel y Esdras hasta el
primer advenimiento de Cristo; pero separaba la 70.a
semana de las 69 precedentes, introduciendo una brecha
cronológica al colocar la última semana de años,
dividida en segmentos iguales, al fin del mundo. Esta
interpretación parece haber hallado poco eco en la
iglesia primitiva.
Más tarde Julio Africano contó las 70 semanas desde
Artajerjes I hasta la cruz. Decía:
Por lo tanto, calculando desde Artajerjes hasta el
tiempo de Cristo es como se completan las setenta
semanas, de acuerdo con la enumeración de los judíos.
Sin embargo, computaba 490 años lunares (que hacía
equivaler a 475 años solares desde el 20 a año de
Artajerjes (444 a. C.) hasta el 31 d.C. Después,
Orígenes de Alejandría gran deformador de la
interpretación de la Biblia-, extrañamente computó las
70 semanas por décadas, haciendo así un total de 4.900
años, que él afirmaba que se extendían desde Adán hasta
el rechazo de los judíos con la destrucción de Jerusalén
en 70 d.C. Después de que terminó el período de los
mártires, Eusebio, obispo de Cesarea, claramente
presentaba los 490 años desde Persia hasta Cristo, y
añadía:
Es muy claro que siete veces [las] setenta semanas
computadas en años dan un total de 490. Ese fue, pues,
el período determinado para el pueblo de Daniel.
Extendiendo las 70 semanas desde Ciro hasta el tiempo de
Cristo, Eusebio separaba sus partes componentes e
introducía una brecha; pero ubicaba la crucifixión en la
mitad de la 70.ª semana con estas palabras. 70
Una semana de años estaría representada por todo el
período de su asociación [la de Cristo] con los
apóstoles, tanto el tiempo antes de su pasión como el
tiempo después de su resurrección. Pues está escrito que
antes de su pasión se mostró durante tres años y medio a
sus discípulos y también a los que no eran sus
discípulos, al mismo tiempo que, por sus enseñanzas y
sus milagros, revelaba los poderes de su Deidad a todos
por igual, fueran griegos o judíos. Pero después de su
resurrección lo más probable es que estuviera con sus
discípulos un período igual a los años ... De modo que
ésta sería la semana de años del profeta, durante la
cual él confirmó "el pacto con muchos", es decir,
confirmó el nuevo pacto de la predicación evangélica.
Los expositores
medievales continúan las diferencias.-
Hubo pocos cambios o debates en la primera parte de la
Edad Media. Agustín computaba los 490 años hasta la
cruz, declarando que la fecha de la pasión era mostrada
por Daniel. La obra anónima Sargis d' Aberga también
extendía las 69 semanas hasta Cristo. El Venerable Beda
seguía la interpretación dada antes por julio Africano,
quien colocaba las 70 semanas desde el 20 a año de
Artajerjes hasta Cristo y su bautismo en la mitad de la
70 a semana. Los judíos medievales, Saadia, por ejemplo,
entendían el período como 490 años. En una obra
atribuida por muchos a Tomás de Aquino leemos que las 70
semanas eran 490 años lunares, desde el 20 a año de
Artajerjes, con el bautismo de Cristo en medio de la
70.ª semana, y con la cruz cerca de la terminación del
período. Arnoldo de Villanova, médico del siglo XIII,
situaba la muerte de Cristo después de las 62 semanas.
Claramente éste no era el suceso final, porque colocaba
"la mitad de la semana" en el 4 a año después de la
caída de Jerusalén (año 70), o sea el 46. año después de
la crucifixión.
Los portavoces de la
Reforma dan varias fechas para la crucifixión.-
En los días de la Reforma, Lutero y Melanchton llamaron
la atención a la aceptación universal de las 70 semanas
como "semanas de años". El primero las hacía arrancar
del 2.º año de Darío, pero colocaba la muerte de Cristo
al comienzo de la 70.ª semana. Algunos lo imitaron en
esto. Sin embargo, Melanchton las computaba desde el 2.º
año de Artajerjes Longímano. Las 69 semanas llegaban
hasta el bautismo de Cristo, con la crucifixión en medio
de la 70.a semana, tres años y medio después del
bautismo de Jesús.
Johann Funck (m. 1566), capellán de la corte de
Nuremberg, escribió el más completo y cabal tratado
acerca de las 70 semanas que se hubiera compuesto hasta
ese tiempo; y quizá fue el primero, en los días de la
Reforma, que hizo comenzar las 70 semanas en 457 a.C. y
las terminó en 34 d.C. Esto marcó época. Las consideraba
como 490 años solares a partir del 7.º año de
Artajerjes; y esto lo computaba y lo explicaba. Georg
Nigrinus (m. 1602), teólogo evangélico, ubicaba el
período entre 456 a.C. y 34 d.C.; también colocaba la
crucifixión cerca del fin.
Heinrich Bullinger, de Zurich (1504-1575), también
contaba las 70 semanas desde el 7.º año de Artajerjes,
cerca de 457 a.C., hasta cerca de 33 d.C., con la
crucifixión de Cristo al final. Jacques Cappel
(1570-1624), teólogo francés, también comenzaba los 490
años en 457 a. C., en el "año séptimo de Artajerjes".
Joseph Mede, en 1638, teniendo en cuenta la destrucción
de Jerusalén, computaba las 70 semanas desde 421 a.C.
hasta 70 d.C.; pero colocaba la cruz en 33 d.C. Por el
contrario, John Tillinghast contaba 486 años hasta la
crucifixión en 34 d.C.
Hay pocos cambios en el énfasis y escasos debates en el
período posterior a la Reforma. Johannes Koch, teólogo
alemán (1603-1669), terminaba las 70 semanas en el año
33 d.C. William Whiston (imitado por el obispo William
Lloyd) extrañamente computaba el período con años de 360
días (que él suponía que eran los que usaban los
persas). De esa manera calculaba los 490 años desde 445
a.C. hasta algún tiempo después de 33 d.C. Sir Isaac
Newton los hacía terminar en 34 d.C. Heinrich 71 Horch,
la Biblia de Berlenburg, Johann Bengel y Johann Petri,
unánimemente colocaban la cruz a la mitad de la 70.ª
semana. Petri calculaba el período desde 453 a.C. hasta
37 d.C. Hans Wood (imitado por William Hales) lo
extendía desde 420 a.C. hasta 70 d.C. El alemán
Christian Thube ubicaba la cruz al comienzo de la última
semana, en 30 d. C., haciendo terminar las 70 semanas en
37 d.C. Tal era la diversidad de interpretaciones.
Opiniones de los
expositores norteamericanos.-
Entre los intérpretes norteamericanos de la colonia, el
primer expositor sistemático, Efraín Huit, en 1644
computaba las 70 semanas desde Artajerjes, y fijaba la
cruz a la mitad de la 70.ª semana. John Davenport
(1597-1670), pastor puritano de Boston, comparaba las
divisiones de las 70 semanas de Daniel con los eslabones
consecutivos de una cadena. Samuel Langdon (1723-1797),
rector de Harvard, usaba las 70 semanas como una prueba
de la solidez del principio de día por año para todos
los lapsos proféticos. Samuel Osgood computaba el
período desde el año 7.º de Artajerjes hasta la
crucifixión.
Predominan las fechas
457 a.C. y 33 d.C.-
En el despertar adventista del Viejo Mundo de las
primeras décadas del siglo XIX, una veintena de
expositores identificaron el año 457 a.C. el 7.º año de
Artajerjes- con el comienzo de las 70 semanas. La
mayoría las hacía terminar en 33 d.C. (algunos en el
34). William Hales (1747-1831), el cronólogo
posteriormente citado por los milleritas, colocaba la
"una semana" entre 27 d.C. y 34, situando la crucifixión
en "la mitad" de esta 70.ª semana, en 31 d.C.
Escribiendo en 1820, Archibald Mason de Escocia aceptaba
457 a.C. y 33 d.C., en tanto que J. A. Brown se definía
por 457 a.C. hasta 34 d.C. Ambos expositores entendían
que las 70 semanas eran la primera parte de los 2.300
años, lo que hacía que terminaran el período más largo
en 1843 y 1844 respectivamente.
Por otra parte, unos pocos expositores, como el obispo
Daniel Wilson, de la India, escribiendo en 1836,
prefería 453 a.C. a 37 d.C., con la cruz en la mitad de
la semana. Pero el arquitecto Matthew Habershon, Edward
Bickersteth y Louis Gausen, de Ginebra, unánimemente
ubicaban el período de las 70 semanas entre 457 a.C. y
33 ó 34 d. C.
Este es el comentario de Hale sobre la ubicación de la
crucifixión en 31 d. C.:
Y después de las sesenta y dos semanas, antes
especificadas como la división más larga de las 70, el
UNGIDO [LÍDER] fue "cortado" por una sentencia judicial
inicua en la mitad de la una semana, que constituía la
tercera y última división, y que empezó con el bautismo
de nuestro Señor alrededor del año 27 d.C.-cuando "Jesús
. . . era como de treinta años"- y dio comienzo a su
misión, la cual duró tres años y medio, hasta su
crucifixión, aproximadamente en 31 d.C.
27. Durante esta semana, que terminó en el año 34 d.C.
(época del martirio de Esteban), se estableció un nuevo
pacto con muchos de los judíos de todas clases, en la
mitad de la cual el sacrificio del templo fue
virtualmente abrogado por el sacrificio plenamente
suficiente del Cordero de Dios que quita los pecados del
[arrepentido y creyente] mundo.
El Dr. Mason defiende su elección del 7.º año de
Artajerjes como el comienzo de las 70 semanas, en vez de
los decretos de Ciro y Darío, con estas palabras:
El decreto del rey persa, mencionado en esta profecía,
tiene que ser el decreto de Artajerjes dado a Esdras, en
el séptimo año del reinado de este monarca. Los decretos
de Ciro y de Darío fueron demasiado prematuros, y el
decreto de Artajerjes, en el vigésimo año de su reinado,
dado a Nehemías, fue demasiado tardío, para responder a
la predicción. Artajerjes dio su decreto a Esdras en el
año 457 a.C. Si añadimos a este número 33 años, que era
la edad de nuestro Redentor en su crucifixión, tenemos
490 años (Two Essays on Daniel's Prophetic Number of Two
Thousand Three Hundred Days [Dos ensayos sobre la cifra
profética de Daniel de los dos mil trescientos días], p.
16).
La elección de 453 a.C., hecha por William Pym y unos
pocos más, se basaba en 72 la suposición de que la 70.a
semana comenzó en 30 d.C., "cuando Cristo tenía treinta
años". Esta es la fórmula de Pym:
Por lo tanto, el pacto es el pacto evangélico, y la
última semana de las setenta son aquellos siete años que
comenzaron cuando Cristo tenía treinta años, y
terminaron en 37 d.C. cuando se convirtió Cornelio.
Sesenta y nueve semanas, o 483 años, deben, pues,
computarse regresivamente desde el año 30 d.C. para el
comienzo de las setenta semanas. Restando 30 de 483 nos
da 453 antes de Cristo, o lo que es lo mismo, 490 años,
es decir 70 semanas desde 37 d.C. (A Word of Warning in
the, Last Days [Una palabra de advertencia en los
últimos días], p.26).
La relación de las 70 semanas con los 2.300 días o años
es presentada por Bickersteth de esta manera:
Del período completo de 2.300 años, 70 semanas estaban
determinadas o cortadas, a partir de la restauración del
continuo sacrificio hasta que se completara el perfecto
sacrificio de Cristo, cuando fue levantado el templo
espiritual (Juan ii, 19-2 l) y fue ungido el Santísimo.
Heb. i.9, ix.24. Tenemos aquí, pues, el período
eclesiástico de 70 semanas o 490 años, nítido y perfecto
(A Practical Guide to the Prophecies [Una guía práctica
para las profecías], 5.ª edición, 1836, p. 191).
Los escritores
norteamericanos difieren en cuanto a las 70 semanas.-
Por lo menos 14 expositores que no eran milleritas, o
bien que eran anteriores a ellos -de 1800 a 1844-
ubicaron las fechas del comienzo y la terminación de los
490 años en 457 a.C. y 33 d.C., respectivamente (con la
crucifixión al fin de la 70.ª semana), o 453 a.C. y 37
a.C. (con la crucifixión en la mitad de la 70.ª semana).
De modo que la fecha de la crucifixión era el meollo del
problema y el factor determinante para ubicar
cronológicamente las 70 semanas.
William Miller colocaba la cruz -que entonces
generalmente se situaba en 33 d.C.- al fin de la 70.ª
semana. Al principio sus primeros colaboradores también
dieron esto por sentado, como lo, habían hecho la
mayoría de los eruditos que no eran milleritas, tanto en
Europa como en Norteamérica. Pero varios doctos
escritores milleritas llegaron a comprender la
inconsecuencia e inexactitud de esta posición. Basándose
en un estudio hecho por William Hales y varios
escritores en cuanto al calendario judaico, se dieron
cuenta de que la crucifixión se efectuó en la primavera
[entre marzo y junio] de 31 d.C., en la "mitad" de la
70.ª semana. De modo que la 70.a semana se extendía
desde el otoño [entre septiembre y diciembre] del año 27
hasta el otoño del 34. Este fue un factor para trasladar
la fecha terminal de los 2.300 años de 1843 a 1844.
Además, por su estudio del simbolismo de las
festividades judaicas, los milleritas llegaron a la
conclusión de que los 2.300 años terminaban en el 7.º
mes judaico, es decir en septiembre- octubre.
Este reajuste de 1843 a 1844 como el fin de los 2.300
años, se produjo porque se comprendió (1) que los 2.300
años completos debían extenderse desde 457 a.C. hasta
1844; (2) que, por lo tanto, las 70 semanas (490 años)
debían terminar en 34 d.C.; (3) que la cruz debía ser
ubicada en la "mitad" de las 70.ª semana (27-34 d.C.),
es decir en 31 d.C. Ahora bien, si la "mitad" de la 70.ª
semana era la primavera [entre marzo y junio] del 31 d.
C., el fin de la 70.ª semana caía en el otoño [entre
septiembre y diciembre] del 34 d.C. Por lo tanto, los
1.810 años que quedaban más allá de la terminación de
los 490 años, que terminaron entre septiembre y
diciembre del 34 d.C., necesariamente llevarían al otoño
de 1844.
Respuesta frente a la
crítica por fijar una fecha.-
Si bien es cierto que ha habido muchísimas críticas y
mofas debido al completo fracaso de la expectativa de
los milleritas que aguardaban la segunda venida de
Cristo en 1844, y una acre censura por el atrevimiento
de fijar esa fecha, esta es una apreciación parcial. El
error de ellos no fue mayor ni más digno de censura que
la fijación de una fecha por muchos 73 prominentes
clérigos de diversas iglesias principales, de Europa y
América, que creían firmemente que el año 1843, 1844 ó
1847 señalaría el comienzo de un milenio terrenal o de
algún importante suceso que conduciría a él, tal como la
caída del papa o de Turquía, el regreso de los judíos o
la purificación de la iglesia.
Muchos fijaron aproximadamente la misma fecha de los
milleritas, esperando que aconteciera algún suceso
trascendental; y lo hicieron empleando como base la
misma profecía inspirada de Dan. 8: 14: los 2.300 días o
años hasta la purificación del santuario, confirmados
por los acontecimientos de las 70 semanas. Sin embargo,
todos estaban igualmente equivocados en cuanto a lo que
debería acontecer.
Los que criticaban a los milleritas, pero al mismo
tiempo abandonaban la antigua plataforma apostólica del
premilenarismo, auspiciando la falacia del
postmilenarismo de Whitby, del siglo XVIII -y sin
embargo procuraban vincularla con una profecía
cronológica invulnerable a fin de darle firmeza-, no
debieran quedar ilesos. El registro histórico no permite
que estos que fijaron fechas critiquen a otros que
también lo hicieron, o asuman frente a ellos la actitud
de ser mejores.
La cuestión en disputa era el significado de la
expresión profético: "Luego el santuario será
purificado" (Dan. 8: 14). Los primeros milleritas habían
creído que la purificación del santuario equivalía a la
purificación de la tierra con fuego, en el esperado
regreso de su Señor en 1843. Por el contrario, los
expositores no milleritas, por lo general habían
considerado el santuario como la iglesia, destinada a
ser purificada de las contaminaciones de la apostasía,
falsas doctrinas y apartamiento de Dios o como la tierra
santa, que debía ser liberada de los mahometanos para
permitir la restauración de los judíos. Muchos de ellos
pensaban que esa purificación comenzaría en torno de
1843, 1844 0 1847, y que se propagaría triunfalmente
durante el milenio. Pintaron así en cuadro brillante.
El sueño de los postmilenaristas que fijaron fechas, su
acariciada esperanza de la conversión y transformación
pacífica de toda la humanidad, no se realizó, y desde
entonces esperanzas similares han sido destruidas por
los indecibles horrores de dos guerras mundiales y los
paralizantes temores de una tercera. Así también fueron
chasqueados los que esperaban que Cristo viniera al
comienzo del milenio y estableciera un reino terrenal.
El completo fracaso de esos fijadores de fechas no
milleritas debiera silenciar las críticas dirigidas a un
grupo que creía en las Escrituras, y que salió de una
verdad parcial para llegar a una luz mayor acerca de la
purificación del santuario celestial.
Tanto los milleritas como los que no lo eran estuvieron
equivocados en cuanto a la naturaleza del acontecimiento
que sucedería. Y sólo podría entenderse el verdadero
significado del movimiento de 1844 como heraldo del
juicio, a medida que brillase mayor luz sobre la fase
final del ministerio de Cristo como sumo sacerdote en el
verdadero santuario celestial, y sobre la profetizada
purificación de ese santuario en el verdadero día de la
expiación. La expectativa de los milleritas era
defectuosa en cuanto a la naturaleza del suceso
anticipado. Pero ciertamente algo trascendental ocurrió
en el otoño (septiembre-noviembre) de 1844.
En la fase final o del "séptimo mes" del movimiento
millerita de 1844, se aclaró en el entendimiento de los
milleritas un nuevo concepto de la purificación del
santuario (Lev. 16: 29-30). Un estudio más detenido de
los símbolos mosaicos de las ceremonias del santuario
terrenal les hizo ver que eran la sombra de las
realidades celestiales (Heb. 8-9). Este fue un gran
adelanto. En esta fecha del movimiento de 1844, los
milleritas vieron a Jesucristo como divino Sumo
Sacerdote -ministrando en el lugar santísimo celestial,
el cielo de los cielos, como al principio comenzaron a
concebirlo-, quien según creían ellos, saldría del cielo
al terminar su 74 servicio de expiación en el día décimo
del séptimo mes, para bendecir a su pueblo que lo
aguardaba. Y esto implicaría y constituiría su segundo
advenimiento, pues aparecería "por segunda vez, sin
relación con el pecado, para salvar a los que le
esperan" (Heb. 9: 28).
El concepto del "séptimo mes" fue un paso de transición
esencial para la verdad más plena que alboreó después
del gran chasco del 22 de octubre: que en vez de que
Jesucristo viniera del cielo en ese día para bendecir en
su segundo advenimiento a su pueblo que lo esperaba, el
Señor se había ocupado por primera vez de la segunda
fase de su ministerio como Sumo Sacerdote simbolizado
por el servicio en el lugar santísimo-, y que él tenía
que realizar la obra de la hora del juicio antes de
venir a esta tierra en su segundo advenimiento.
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