I La Biblia
Las Sagradas Escrituras compuestas del Antiguo y Nuevo Testamento, son la Palabra de Dios escrita, otorgada por inspiración
divina mediante hombres santos de Dios que hablaron y escribieron movidos por el Espíritu Santo. En su palabra, Dios ha transmitido
al hombre el conocimiento necesario para la salvación. Las Sagradas son una revelación infalible de su voluntad. Son la norma
de carácter, la prueba de la experiencia, la autoridad reveladora de las doctrinas, y el registro fidedigno de los hechos
de Dios en la historia.
Sustento Bíblico:
2Pedro 1:20,21; 2Timoteo 3:16,17; Salmos 119:105; Proverbios 30:5,6; Isaías 8:20; S.Juan 17:17; 1Tesalonicenses 2:13;
Hebreos 4:12
III Dios El Padre
Dios el eterno Padre es el Creador, la Fuente, el Sustentador, y el Soberano de toda la creación. Él es justo y santo,
misericordioso y piadoso, lento con la ira, y abundante en constante amor y fidelidad. Las cualidades y los poderes exhibidos
en el Hijo y el Espíritu Santo también son revelaciones del Padre.
Sustento Bíblico:
Génesis 1:1; Apocalipsis 4:11; 1Corintios 15:28; S.Juan 3:16; 1Juan 4:8; 1Timoteo 1:17; Éxodo 34:6,7; S.Juan 14:9
V Dios El Espíritu Santo
Dios, el eterno Espíritu fue activo con el Padre e Hijo en la creación, la encarnación, y la redención. Él inspiró a los
escritores de las Escrituras. Él lleno la vida de Cristo con poder. Él llama y convence al ser humano y aquellos que responden,
Él los renueva y transforma en la imagen de Dios. Enviado por Dios y el Hijo para estar siempre con sus hijos, Él extiende
dones espirituales a la iglesia, capacitándola para ser testigo de Cristo, y en armonía con las Escrituras la lleva a toda
verdad.
Sustento Bíblico:
Génesis 1:1,2; Lucas 1:35; Lucas 4:18; Hechos 10:38; 2Pedro 1:21; 2Corintios 3:18; Efesios 4:11,12; Hechos 1:8; S.Juan
14:16-18; S.Juan 14:26; S.Juan 15:26,27; S.Juan 16:7-13
VII La Naturaleza Del Hombre
Nuestros primeros padres fueron hechos a la imagen de Dios, con individualidad, la capacidad y libertad de pensar y obrar.
Si bien fueron creados como seres libres, cada uno es una unidad indivisible de cuerpo, mente y espíritu, dependiente de Dios
para la vida, la respiración y todo lo demás. Cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, negaron su dependencia
de él y cayeron de su elevada posición que ocupaban bajo la autoridad de Dios. La imagen de Dios en ellos fue dañada, y pasaron
a estar sujetos a la muerte. Sus descendientes comparten esta naturaleza caída y sus consecuencia. Nacen con debilidades y
tendencias al mal. Pero Dios en Cristo reconcilió el mundo a sí mismo, y por su Espíritu restaura en los mortales penitentes
la imagen de su Hacedor. Creados para la gloria de Dios, se los llama a amar a su Creador y los unos a los otros, y a cuidar
de su ambiente.
Sustento Bíblico:
Génesis 1:26-28; Génesis 2:7; Salmos 8:4-8; Hechos 17:24-28; Génesis 3; Salmos 51:5; Romanos 5:12-17; 2Corintios 5:19,20;
Salmos 51:10; 1Juan 4:7,8; 1Juan 4:11; 1Juan 4:20; Génesis 2:15
IX La Vida y La Muerte y La Resurrección de Cristo
Los Adventistas del Séptimo Día creen en la vida de perfecta obediencia a la voluntad de Dios que vivió Cristo. En sus
sufrimientos, su muerte y resurrección, Dios proveyó el único medio de expiar el pecado de la humanidad, de modo que los que
aceptan por fe esta expiación pueden tener vida eterna, y toda la creación puede comprender mejor el infinito y santo amor
del Creador. Esta expiación perfecta vindica la justicia de la ley de Dios y la benignidad de su carácter, por cuanto condena
nuestro pecado y hace provisión para nuestro perdón. La muerte de Cristo es substitutiva y expiatoria, capaz de reconciliar
y transformar. La resurrección de Cristo proclama el triunfo de Dios sobre las fuerzas del mal, y para los que aceptan la
expiación, les asegura la victoria final sobre el pecado y la muerte. Proclama el señorío de Jesucristo, ante el cual se doblará
toda rodilla tanto en el cielo como en la tierra.
Sustento Bíblico:
S.Juan 3:16; Isaías 53; 1Pedro 2:21,22; 1Corintios 15:3,4; 1Corintios 15:20-22; 2Corintios 5:14,15; 2Corinthios 5:19-21;
Romanos 1:4; Romanos 3:25; Romanos 4:25; Romanos 8:3,4; 1Juan 2:2; 1Juan 4:10; Colosenses 2:15; Filipenses. 2:6-11
XI El crecimiento en Cristo
Por su muerte en la cruz, Jesús triunfó sobre las fuerzas del mal. Él, que durante su ministerio terrenal subyugó a los
espíritus demoníacos, ha quebrantado su poder y asegurado su condenación final. La victoria de Jesús nos da la victoria sobre
las fuerzas del mal que aún tratan de dominarnos, mientras caminamos con él en paz, gozo y en la seguridad de su amor. Ahora,
el Espíritu Santo mora en nosotros y nos da poder. Entregados continuamente a Jesús como nuestro Salvador y Señor, somos libres
de la carga de nuestras acciones pasadas. Ya no vivimos en las tinieblas, ni en el temor de los poderes malignos, la ignorancia
y ni la falta de sentido de nuestro antigua manera de vivir. En esta nueva libertad en Jesús, somos llamados a crecer a la
semejanza de su carácter, manteniendo diariamente comunión con él en oración, alimentándonos de su Palabra, meditando en ella
y en su providencia, cantando sus alabanzas, reuniéndonos juntos para adorar y participando en la misión de la iglesia. Al
darnos en amoroso servicio a aquellos que nos rodean y al dar testimonio de su salvación, Cristo, en virtud de su presencia
constante con nosotros por medio del Espíritu, transforma cada uno de nuestros momentos y cada una de nuestras tareas en una
experiencia espiritual.
Sustento Bíblico
Salm. 1:1,2; 23:4; 77:11,12; Col. 1:13, 14; 2:6, 14,15; Luc. 10:17-20; Efés. 5:19, 20; 6:12-18; I Tess. 5:23; II Pedro
2:9; 3:18; II Cor. 3:17,18; Filip. 3:7-14; I Tess. 5:16-18; Mat. 20:25-28; João 20:21; Gál. 5:22-25; Rom. 8:38,39; I João
4:4; Heb. 10:25
XIII El Remanente Y Su Misión
La iglesia universal es compuesta de todos aquellos quienes verdaderamente creen en Cristo. En los últimos días cuando
la apostasía se ha generalizado de tal manera, un remanente ha sido llamado fuera para guardar los mandamientos de Dios y
la fe de Jesús. Este remanente anuncia la llegada de la hora del juicio, proclama la salvación por medio de Cristo, y da voz
del pronto advenimiento de Él. Esta proclamación es simbolizada por los tres ángeles de Apocalipsis 14. Coincide con el juicio
investigador en el cielo y produce una obra de arrepentimiento y reforma en la tierra. Todo creyente es llamado a tener una
parte personal en esta testificación mundial.
Sustento Bíblico:
Apocalipsis 12:17; Apocalipsis14:6-12; Apocalipsis 18:1-4; 2Corintios 5:10; Judas 3 & Judas 14; 1Pedro 1:16-19; 2Pedro
3:10-14; Apocalipsis 21:1-14
XV El Bautismo
Con el bautismo confesamos nuestra fe en la muerte y resurrección de Cristo Jesús, y testificamos de nuestra muerte al
pecado y de nuestra intención de caminar en una vida nueva. Así reconocemos a Cristo como Señor y Salvador, nos convertimos
en sus criaturas, y somos recibidos como miembros en Su iglesia. El bautismo es símbolo de nuestra unión con Cristo, del perdón
de nuestros pecados, y de nuestra recepción del Espíritu Santo. Es por inmersión en agua y dependiente de una afirmación de
la fe en Jesús y un arrepentimiento de pecados evidente. Sigue la instrucción en las Santas Escrituras y aceptación en sus
enseñanzas.
Sustento Bíblico:
Romanos 6:1-6; Colosenses 2:12,13; Hechos 16:30-33; Hechos 22:16; Hechos 2:38; Mateo 28:19,20
XVII Dones y Ministerios Espirituales
Los Adventistas del séptimo día creen que Dios concede a todos los miembros de su iglesia en todas las edades, dones espirituales,
los cuales cada miembro debe usar en el ministerio de amor para el bien común de la iglesia y la humanidad. Dados por la agencia
del espíritu Santo, el cual reparte a cada miembro según su voluntad, los dones proveen todas las capacidades y misterios
que necesita la iglesia para cumplir sus funciones divinamente ordenadas. Según las Escrituras, dichos dones incluyen los
ministerios de la fe, sanidades, profecía, proclamación, enseñanza, administración, reconciliación, compasión, y servicio
abnegado y caridad, para ayuda y apoyo del pueblo. Algunos miembros son llamados por Dios y capacitados por el Espíritu para
realizar funciones reconocidas por la iglesia en misterios pastoral, evangelístico, apostólico y de enseñanza, los cuales
se necesitan especialmente para equipar los miembros para el servicio, para edificar la iglesia hasta la madurez espiritual,
y con el fin de promover la unidad de la fe y del conocimiento de Dios. Cuando los miembros usan estos dones espirituales
como fieles mayordomos de la multiforme gracia de Dios, la iglesia se ve protegida de la influencia destructora de las falsas
doctrinas, crece con el crecimiento que viene de Dios, y se ve fortalecida en la fe y en el amor.
Sustento Bíblico:
Romanos 12:4-8; 1Corintios 2:9-11 & 27-28; Efesios 4:8 & 11-16; Hechos 6:1-7; 1Timoteo 2:1-3; 1Pedro 4:10,11
XIX La Ley de Dios
Los grandes principios de la ley de Dios son incorporados en los Diez Mandamientos y ejemplificados en la vida de Cristo.
Ellos expresan el amor de Dios, su voluntad, y propósitos concernientes a la conducta humana y sus relaciones, son obligatorios
para toda persona en cada época. Estos preceptos son la base del pacto de Dios con su pueblo y son el estandarte en los juicios
de Dios. Por medio de la obra del Espíritu Santo estos señalan el pecado y despiertan el sentido de necesidad de un Salvador.
La salvación es completamente por gracia y no por obras, pero sus frutos es la obediencia a los Mandamientos. Esta obediencia
desarrolla el carácter cristiano y produce la sensación de bienestar. Es una evidencia de nuestro amor por el Señor y de nuestra
preocupación por nuestros semejantes. La obediencia por fe demuestra el poder de Cristo para transformar vidas y para fortalecer
la testificación cristiana.
Sustento Bíblico:
Éxodo 20:1-17; Salmos 40:7,8; Mateo 22:36-40; Deuteronomio 28:1-14; Mateo 5:17-20; Hebreos 8:8-10; S.Juan 16:7-10; Efesios
2:8-10; 1Juan 5:3; Romanos 8:3,4; Salmos 19:7-14
XXI La Mayordomía
Somos los mayordomos de Dios a quienes Él ha confiado tiempo y oportunidades, habilidades y posesiones, y las bendiciones
de la tierra y sus recursos. Somos responsables ante Él por su uso apropiado. Reconocemos que Él es dueño por medio de nuestro
servicio fiel a Él y a nuestro prójimo, y por la devolución del diezmo y dando ofrendas para la proclamación de su Evangelio,
y el sostén y crecimiento de su Iglesia. La mayordomía es un privilegio dado por Dios para nutrirnos en amor y para la victoria
sobre el egoísmo y la codicia. El mayordomo se regocija con las bendiciones que otros reciben como resultado de su fidelidad.
Sustento Bíblico:
Génesis 1:26-28; Génesis 2:15; 1Crónicas 29:14; Hageo 1:3-11; Malaquías 3:8-12; 1Corintios 9:9-14; Mateo 23:23; Romanos
15:26,27; 2Corintios 8:1-15
XXIII El Matrimonio Y La Familia
El matrimonio fue divinamente establecido en el Edén y confirmado por Jesús como unión para toda la vida en compañerismo
amoroso de un hombre y una mujer. Para el cristiano el compromiso de matrimonio es tanto ante Dios como ante el cónyuge, y
debería realizarse entre parejas que comparten la misma fe. El mutuo amor, la honra, el respeto, y la responsabilidad son
la fábrica de esta relación la cual ha de reflejar el amor, la santidad, intimidad, y permanencia de la relación entre Cristo
y su iglesia. Sobre el divorcio, Jesús enseño que la persona que se divorcia de su cónyuge para casarse con otro, excepto
en caso de fornicación, comete adulterio. Aunque algunas relaciones familiares pueden estar lejos de lo ideal, los matrimonios
que se entregan completamente uno al otro en Cristo pueden realizar una unidad amorosa por medio de la dirección del Espíritu
y la educación de la iglesia. Dios bendice a la familia y intenta que su membresía asista el uno al otro hacia la madurez
completa. Los padres han de criar a sus hijos para amar y obedecer al Señor. Por su ejemplo y sus palabras ellos han de enseñarles
que Cristo es un disciplinario amoroso, siempre haciendo y cuidando, quien quiere que ellos sean miembros de su cuerpo, la
familia de Dios. Aumentando la cercanía familiar es un distintivo de este mensaje evangelístico final.
Sustento Bíblico:
Génesis 2:18-25; Mateo 19:3-9; S.Juan 2:1-11; 2Corintios 6:14; Efesios 5:21-33; Mateo 5:31,32; Marcos 10:11,12; Lucas
16:18; 1Corintios 7:10,11; Éxodo 20:12; Efesios 6:1-4; Deuteronomio 6:5-9; Proverbios 22:6; Malaquías 4:5,6
XXV La Segunda Venida de Cristo
La segunda venida de Cristo es la esperanza bendita de la iglesia, el gran clímax del evangelio. La venida del Salvador
será literal, personal, visible, y mundial. Cuando Él regrese, los muertos justos serán resucitados y juntos con los vivos
justos serán glorificados y llevados al cielo, pero los impíos vivos morirán. El cumplimiento casi completo de la mayor parte
de las profecías junto con la condición hoy día del mundo, indican que la venida de Cristo es inminente. La hora y el tiempo
de ese evento no han sido revelados pero somos exhortados a estar listos a todo tiempo.
Sustento Bíblico:
Tito 2:13; Hebreos 9:28; S.Juan 14:1-3; Hechos 1:9-11; Mateo 24:14, Apocalipsis 1:7; Mateo 24:43,44; Mateo 26:64; 1Tesalonicenses
4:13-18; 1Corintios 15:51-54; 1Tesalonicenses 1:7-10; 1Tesalonicenses2:8, Apocalipsis 14:14-20; Apocalipsis 19:11-21, Mateo
24, Marcos 13; Lucas 21; 2Timoteo 3:1-5; 1Tesalonicenses 5:1-6
XXVII El Milenio y el Fin del Pecado
El milenio es el reinado por mil años de Cristo y los redimidos en el cielo, entre la primera y la segunda resurrección.
Durante este tiempo, los impíos serán juzgados. La tierra estará completamente desolada, sin habitantes humanos, siendo ocupada
por Satanás y sus ángeles. Al cierre Cristo y sus santos y la santa ciudad descenderá del cielo a la tierra. Los impíos muertos
serán entonces resucitados y junto con Satanás y sus ángeles rodearán la ciudad, pero el fuego de Dios los consumirá, purificando
la tierra. El universo así será librado del pecado y los impíos para siempre.
Sustento Bíblico:
Apocalipsis 20, 1Corintios 6:2,3; Jeremías 4:23-26; Apocalipsis 21:1-5, Malaquías 4:1; Ezequiel 28:18,19
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01 Las Santas Escrituras
02 La Trinidad
03 Dios Padre
04 Dios El Hijo
05 Dios El Espíritu Santo
06 La Creación
07 La Naturaleza del Hombre
08 La Gran Controversia
09 La Vida, Muerte, y la Resurrección de Cristo
10 La Experiencia de la Salvación
11 El Crecimiento en Cristo
12 La iglesia
13 El Remanente y su Misión
14 Unidad en el Cuerpo de Cristo
15 El Bautismo
16 La Santa Cena del Señor
17 Dones Espirituales y Ministerios
18 El Don de la Profecía
19 La Ley de Dios
20 El Día de Reposo
21 La Mayordomía
22 Comportamiento Cristiano
23 El Matrimonio y la Familia
24 El Ministerio de Cristo en el Santuario Celestial
25 La Segunda Venida de Cristo
26 La Muerte y la Resurrección
27 El Milenio y el Fin del Pecado
28 La Tierra Nueva
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II La Trinidad
Hay un solo Dios: Padre, Hijo, y Espíritu Santo, una unidad de tres Personas coexistiendo por la eternidad. Dios es inmortal,
todo poderoso, conocedor de todo, superior a todo, y omnipresente. Él es infinito y más allá de la comprensión humana, pero
conocido por Su auto revelación. Él es siempre digno de alabanza, adoración, y servicio por toda la creación.
Sustento Bíblico:
Deuteronomio 6:4; Mateo 28:19; 2Corintios 13:14; Efesios 4:4-6; 1Pedro 1:2; 1Timoteo 1:17; Apocalipsis 14:7
IV Dios El Hijo
Dios el eterno Hijo fue encarnado en Cristo Jesús. Por Él todas las cosas fueron creadas, el carácter de Dios es revelado,
la salvación de la humanidad es realizada, y el mundo es juzgado. Siempre Dios verdadero, Él se convirtió verdaderamente hombre,
Jesús el Cristo. Fue concebido del Espíritu Santo y nacido de la virgen María. Él vivió y experimentó la tentación como todo
ser humano pero ejemplificando perfectamente la rectitud y el amor de Dios. Por sus milagros Él manifestó el poder de Dios
y fue demostrado como el Mesías prometido de Dios. Él sufrió y murió voluntariamente en la cruz por nuestros pecados y en
nuestro lugar. Él volverá de nuevo en gloria para la última liberación de su pueblo y la restauración de todas las cosas.
Sustento Bíblico:
S.Juan 1:1-3 & S.Juan 1:14; Colosenses 1:15-19; S.Juan 10:30; S.Juan 14:9; Romanos 6:23; 2Corintios 5:17-19; S.Juan
5:22; Lucas 1:35; Filipenses 2:5-11; Hebreos 2:9-18; 1Corintios 15:3,4; Hebreos 8:1,2; S.Juan 14:1-3
VI La Creación
Dios es Creador de todas las cosas, y ha revelado en la Escritura el relato auténtico de Su actividad creativa. En seis
días el Señor hizo los cielos y la tierra y a todo ser viviente sobre la tierra, y descansó el séptimo día de esa primera
semana. Él de tal manera estableció el Sábado como perpetuo conmemorativo de Su obra creativa completada. El primer hombre
y mujer fueron hechos a la imagen de Dios como la obra coronante de la Creación, se les dio dominio sobre la tierra, y la
responsabilidad de cuidarla. Cuando el mundo fue acabado era muy bueno declarando la gloria de Dios.
Sustento Bíblico:
Génesis 1 & 2; Éxodo 20:8-11; Salmos 19:1-6; Salmos 33:6 & Salmos 33:9; Salmos 104; Hebreos 11:3
VIII El Gran Conflicto
Toda la humanidad se halla ahora envuelta en una gran controversia entre Cristo y Satanás acerca del carácter de Dios,
su ley, y su soberanía sobre el universo. Este conflicto se originó en el cielo, cuando un ser creado, dotado de libertad
de elección, al exaltarse a sí mismo se convirtió en Satanás, el adversario de Dios y condujo a la rebelión a una porción
de los ángeles. Introdujo el Espíritu de rebelión en este mundo cuando hizo caer en el pecado a la primera pareja. Este pecado
humano produjo la distorsión de la imagen de Dios en la humanidad, el desorden en el mundo creado, y su eventual devastación
por medio del Diluvio universal. Observado por toda la creación, este mundo se convirtió en la arena del conflicto universal,
en el cual el Dios de amor será finalmente vindicado. Con el fin de socorrer a su pueblo en esta controversia, Cristo envía
el Espíritu Santo y los ángeles leales para guiarlos, protegerlos y sostenerlos en el camino de la salvación.
Sustento Bíblico:
Apocalipsis 12:4-9; Isaías 14:12-14; Ezequiel 28:12-18; Génesis 3; Romanos 1:19-32; Romanos 5:12-21; Romanos 8:19-22;
Génesis 6:8; 2Pedro 3:6; 1Corintios 4:9; Hebreos 1:14
X Lal Experiencia de la Salvación
En infinito amor y misericordia Dios dejo que Cristo quien no conoció pecado, llevara pecado por nosotros para que en
Él pudiéramos ser hechos rectos ante Dios. Guiados por el Espíritu Santo sentimos nuestra necesidad, reconocemos nuestra manera
pecaminosa, nos arrepentimos de nuestras transgresiones, y ejercemos fe en Jesús como Señor y Cristo, como sustituto y ejemplo.
Esta fe la cual recibe salvación viene por medio del poder divino del Verbo y recibe el don de la gracia de Dios. Por medio
de Cristo somos justificados, adoptados como hijos e hijas de Dios y librados del dominio del pecado. Por medio del Espíritu
nacemos de nuevo y somos santificados. El Espíritu renueva nuestras mentes, escribiendo la ley de Dios en nuestros corazones
y nos da poder para vivir una vida santa. Permaneciendo en Él somos hechos partícipes de la naturaleza divina, y tenemos la
seguridad de la salvación hoy y en el juicio final.
Sustento Bíblico:
2Corintios 5:17-21; S.Juan 3:16; Gálatas 1:4; Gálatas 4:4-7; Tito 3:3-7; S.Juan 16:8; Gálatas 3:13,14; 1Pedro 2:21,22;
Romanos 10:17; Lucas 17:5; Marcos 9:23,24; Efesios 2:5-10; Romanos 3:21-26; Colosenses 1:13,14; Romanos 8:14-17; Gálatas 3:26;
S.Juan 3:3-8; 1Pedro 1:23; Romanos 12:2; Hebreos 8:7-12; Ezequiel 36:25-27; 2Pedro 1:3,4; Romanos 8:1-4; Romanos 5:6-10
XII La Iglesia
La iglesia es la comunidad de creyentes que confiesa a Cristo Jesús como Señor y Salvador. Así como el pueblo de Dios
en los tiempos del Antiguo Testamento somos llamados a salir del mundo. Nos reunimos para alabar, el compañerismo, la instrucción
en la Palabra, celebrar la Cena del Señor, el servicio a la humanidad, y la proclamación mundial del evangelio. La iglesia
recibe su autoridad de Cristo quien es el Verbo encarnado, y de las Escrituras que son la Palabra escrita. La iglesia es la
familia de Dios, adoptada por Él como hijos e hijas, sus miembros viven por acabo del nuevo pacto. La iglesia es la novia
por quien Cristo murió con tal de santificarla y limpiarla. En Su regreso triunfante, Él la presentara a Sí mismo una gloriosa
iglesia, los fieles de todas las edades, la compra de Su sangre, no teniendo falla o arruga, sino que santa y sin mancha.
Sustento Bíblico:
Génesis 12:3; Hechos 7:38; Efesios 4:11-15; Efesios 3:8-11; Mateo 28:19,20; Mateo 16:13-20; Mateo 18:18; Efesios 2:19-22;
Efesios 1:22,23; Efesios 5:23-27; Colosenses 1:17,18
XIV La Unidad en el Cuerpo de Cristo
La iglesia es un cuerpo con muchos miembros, llamados de toda nación, tribu, lengua, y pueblo. En Cristo somos una nueva
criatura, sin distinciones de raza, cultura, educación, y nacionalidad, sin diferencias entre alto y bajo, rico y pobre, hombre
y mujer, no debe haber división entre nosotros. Somos todos iguales en Cristo, quien por un solo Espíritu nos ha enlazado
en compañerismo con Él y los unos con los otros. Estamos para servir y ser servidos sin parcialidad o reservas. Por medio
de la revelación de Cristo Jesús en las Escrituras compartimos la misma fe y esperanza, y unidos damos un mismo testimonio
al mundo. Esta unidad tiene su fuente en la perfecta unión de los miembros de la Deidad, que nos han adoptado como sus hijos.
Sustento Bíblico:
Romanos 12:4,5; 1Corintios 12:12-14; Mateo 28:19,20; Salmos 133:1,2; 2Corintios 5:16,17; Hechos 17:26,27; Gálatas 3:27,29;
Colosenses 3:10-15; Efesios 4:14-16; 4:1-6; S.Juan 17:20-23
XVI La Cena del Señor
La Cena del Señor es la participación de los emblemas del cuerpo y la sangre de Jesús como una expresión de fe en él,
nuestro Señor y Salvador. En esta experiencia de comunión, Cristo está presente para encontrarse con su pueblo y fortalecerlo.
Al participar, proclamamos gozosos la muerte del Señor hasta que vuelva, la preparación para la Cena incluye el examen de
uno mismo, el arrepentimiento y la confesión. El Maestro ordenó el servicio del lavamiento de los pies para simbolizar la
purificación renovada, para expresar el deseo de servirnos los unos a los otros en humildad cristiana, y para unir nuestros
corazones en amor. El servicio de la Comunión está abierto para todos los cristianos creyentes.
Sustento Bíblico:
1Corintios 10:16,17; 1Corintios 11:23-30; Mateo 26:17-30; Apocalipsis 3:20; S.Juan 6:48-63; S.Juan 13:1-17
XVIII El Don de Profecía
Unos de los dones del Espíritu Santo es la profecía. Este don es una marca identificadora de la iglesia remanente y fue
manifestada en los ministros de Elena G. de White. Como la mensajera de Dios, sus escritos son fuente continuo y autoritivo
de la verdad la cual provee para la iglesia comodidad, dirección, instrucción, y corrección. También hacen claro que la Biblia
es el unico estandarte por la cual toda enseñanza y experiencia debe ser probada.
Sustento Bíblico:
Joel 2:28,29; Hechos 2:14-21; Hebreos 1:1-3; Apocalipsis 12:17; Apocalipsis 19:10
XX El Sábado
El Creador benéfico, después de los seis días de la creación, descansó el séptimo día e instituyó el sábado para toda
persona como memorial de la creación. El cuarto mandamiento de la incambiable ley de Dios requiere la observancia del séptimo
día, Sábado, como día de descanso, alabanza, y ministerio en armonía con la enseñanza y observancia de Jesús, el Señor del
Sábado. El Sábado es un día de comunión deleitosa con Dios y de unos con otros. Es un símbolo de nuestra redención en Cristo,
una señal de nuestra santificación, una prenda de nuestra fidelidad, y un goce anticipado de nuestro eterno futuro en el reino
de Dios. El Sábado es señal perpetua del pacto eterno de Dios con su pueblo. La observancia gozosa de este tiempo santo de
tarde a tarde, de puesta a puesta de sol, es celebración de la obra creadora y redentora de Dios.
Sustento Bíblico:
Génesis 2:1-3; Exodo 20:8-11; Lucas 4:16; Isaías 56:5,6; Isaías 58:13,14; Mateo 12:1-12; Exodo 31:13-17; Ezequiel 20:12
& 20:20; Deuteronomio 5:12-15; Hebreos 4:1-11; Levítico 23:32; Marcos 1:32
XXII La Conducta Cristiana
Somos llamados a ser personas devotas quienes piensan, sienten, y actúan en armonía con los principios celestiales. Para
que el Espíritu pueda recrearnos en el carácter de nuestro Señor debemos envolvernos en esas cosas que producirán la pureza,
salud, y gozo cristiano en nuestras vidas. Esto significa que nuestro recreo y entretenimiento debe de cumplir los estandartes
más altos del paladar y la belleza cristiana. Mientras reconocemos las diferencias culturales nuestra vestimenta ha de ser
simple, modesta, y primorosa, conveniente de cuales la verdadera belleza no consiste de un adorno superficial sino en la ornamentación
imperecedera de un espíritu manso y quieto. Esto también significa que porque nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo
debemos de cuidarlos sabiamente. Junto con ejercicio y descanso adecuado debemos de adoptar la dieta más saludable posible
y abstener de comidas inmundas identificadas en las Escrituras. Ya que las bebidas alcohólicas, el tabaco, y el abuso de las
drogas y narcóticos son dañinas a nuestros cuerpos debemos abstener de ellas también. En cambio debemos ocuparnos en todo
lo que traiga a nuestras mentes y cuerpos a la disciplina de Cristo quien desea nuestro gozo y bienestar.
Sustento Bíblico:
Romanos 12:1,2; 1Juan2:6; Efesios 5:1-21; Filipenses 4:8; 2Corintios 10:5; 2Corintios 6:14-7:1; 1Pedro 3:1-4; 1Corintios
6:19,20; 1Corintios 10:31; Levítico 11:1-47; 3Juan 2
XXIV El Ministerio de Cristo en el Santuario Celestial
Hay un santuario en el cielo, el verdadero tabernáculo el cual el Señor levantó y no el hombre. En él Cristo intercede
por nuestra parte haciendo disponible a todos los creyentes el beneficio de su sacrificio expiatorio ofrecido por todos en
la cruz. Fue investido como nuestro sumo sacerdote y comenzó su ministerio de intercesión en el momento de su ascensión. En
1844 al final de los 2.300 días proféticos, inició la segunda y última fase de su ministerio de expiación. Esta es una obra
del juicio investigador que forma parte del desenlace definitivo de todos los pecados, tipificado por la purificación en el
antiguo santuario hebreo en el día de las expiaciones. En ese típico servicio el santuario era lavado con la sangre de los
animales sacrificados, pero lo celestial es purificado con el perfecto sacrificio de la sangre de Jesús. El juicio investigador
revela a los seres celestiales quienes de los que duermen con los muertos son de Cristo y así en Él, son juzgados dignos de
tener parte en la primera resurrección. También manifiesta quienes de los vivos cumplen con Cristo, guardando los mandamientos
de Dios y la fe de Jesús. Así en Él están preparados para el traslado a su reino eterno. Este juicio vindica la justicia de
Dios al salvar los que creen en Jesús. Declara que aquellos quienes han permanecido fieles a Dios recibirán el reino celestial.
La realización del ministerio de Cristo marcará el cierre del tiempo de gracia para el hombre y señala la Segunda Venida.
Sustento Bíblico:
Hebreos 8:1-5; Hebreos 4:14-16; Hebreos 9:11-28; Hebreos 10:19-22; Hebreos 1:3; Hebreos 2:16,17; Daniel 7:9-27; Daniel
8:13,14; Daniel 9:24-27; Números 14:34; Ezequiel 4:6; Levítico 16; Apocalipsis 14:6,7; Apocalipsis 20:12; Apocalipsis 14:12;
Apocalipsis 22:12
XXVI La Muerte Y La Resurrección
La paga del pecado es muerte. Pero Dios quien sólo posee inmortalidad, concederá vida eterna a sus redimidos. Hasta ese
día, la muerte es un estado de inconsciencia para toda persona. Cuando Cristo, nuestra vida, aparezca, los justos resucitados
y los justos vivos serán glorificados y arrebatados para encontrarse con su Señor. La segunda resurrección, la resurrección
de los impíos, tendrá lugar mil años después.
Sustento Bíblico:
Romanos 6:23; 1Timoteo 6:15,16; Eclesiastés 9:5,6; Salmos 146:3,4; Juan 11:11-14; Colosenses 3:4; 1Corintios 15:51-54;
1Tesalonicenses 4:13-17; S. Juan 5:28,29; Apocalipsis 20:1-20
XXVIII La Tierra Nueva
Los Adventistas del Séptimo Día creen en la tierra nueva, donde mora la justicia y Dios proveerá un hogar eterno para
los redimidos y un ambiente perfecto de vida, amor y gozo, y de conocimiento en su presencia. Porque allí Dios mismo habitará
con su pueblo, y el sufrimiento y la muerte pasarán. La gran controversia terminará, y el pecado no existirá más. Todas las
cosas, animadas e inanimadas, declararán que Dios es amor; y él reinará para siempre. Amén.
Sustento Bíblico:
2Pedro 3:13; Isaías 35; Isaías 65:17-25 Mateo 5:5, Apocalipsis 21:1-7; Apocalipsis 22:1-5; Apocalipsis 11:15
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