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Vínculos

Creación o Evolución

I. LA BIBLIA Y LA CIENCIA


En el Génesis se describe el diluvio como una catástrofe mundial que destruyó la mayor parte de la vida en este planeta y alteró muchísimo la superficie de la tierra. La interpretación científica popular de nuestros días no incluye una catástrofe de tales proporciones. Esta omisión es un notable cumplimiento de la predicción del apóstol Pedro de que en los últimos días habría una ignorancia voluntaria de la creación y del diluvio (2 Ped. 3: 3-6). Pedro podría haber especificado muchas otras ideas bíblicas que serían ignoradas en los últimos días. En lugar de la creación y del diluvio, el pensamiento científico de nuestros días acepta conceptos evolucionistas en el campo de la biología y la geología. Los que se preocupan por la verdad tienen que decidir cuál de estas posiciones opuestas es correcta. Puesto que la Biblia y la naturaleza pueden ser fuentes de información y tienen el mismo autor, a saber Dios, una 76 pregunta mejor sería: ¿Qué verdad encuentro yo cuando miro tanto a la ciencia como a la Biblia? Si hay una comprensión correcta, se esperaría que ambas concordaran, y que cada una proyectara luz sobre la otra (White 1903, pág. 128).
Se pueden encontrar una cantidad de referencias a una gran catástrofe parecida al diluvio del Génesis en las leyendas de diferentes regiones del mundo. De modo que la Biblia no es singular en este respecto. Como se verá después, muchísimas evidencias científicas también se relacionan con un suceso tal como el diluvio descrito en el Génesis. De manera que una premisa básica de este artículo es que una persona que procura llegar a la verdad en cuanto a la historia pasada del mundo, debiera investigar en todo lo posible toda la información disponible, ya sea que ésta fuera esencialmente científica, histórica o bíblica.


II. COMPROBACIÓN HISTÓRICA DE UNA GEOLOGÍA QUE RECONOCE EL DILUVIO


A. General
La geología como estudio científico de la estructura física, la composición química y la historia de la corteza terrestre no surgió en su forma moderna hasta los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, los escritos de los filósofos y los teólogos de la antigüedad por lo menos especularon en cuanto a la historia de la tierra. Los filósofos griegos de la naturaleza, presididos por Tales y Anaximandro, trataron diversos fenómenos geológicos, como la presencia de conchas marinas fósiles y restos de plantas en lugares inesperados. Los griegos presentaban explicaciones naturales que reflejan sus conceptos del mundo: el mar una vez había cubierto grandes porciones de tierra; inundaciones cíclicas habían destruido toda vida y el barro había producido nueva vida; constantemente la tierra y el mar intercambiaban sus lugares. Quizá la teoría más popular y predominante era la de las transgresiones marinas. Había desacuerdo en cuanto a la extensión, la frecuencia y las causas de esos desbordes.
En siglos posteriores, los padres de la iglesia, tales como Tertuliano, Crisóstomo y Agustín de Hipona, reinterpretaban los misterios geológicos recurriendo al diluvio de los días de Noé tal como se describe en el libro del Génesis. Puesto que la ciencia medieval dependía de la teología -especialmente debido a que la gente culta se encontraba en las filas del clero- las características geológicas por lo general eran interpretadas como una evidencia del diluvio bíblico, o a lo menos como pruebas de la acción de un Dios todopoderoso. Los filósofos que se ocupaban de la naturaleza no hacían una clara distinción entre la ciencia y la teología. Tanto la naturaleza como la Biblia se consideraban como una revelación del poder y la majestad de Dios. En realidad, la mayoría de los escritos que trataban de ciencia no se redactaron para ocuparse del conocimiento científico. Más bien se usaba la ciencia para ilustrar la teología o para ofrecer evidencia de la obra de Dios en el mundo.
Con el Renacimiento, reapareció el interés en el estudio de la ciencia. Se desarrolló la mineralogía. Leonardo de Vinci consideraba los fósiles como restos de plantas y animales antes que como caprichos de la naturaleza. El descubrimiento de otras tierras hizo posible el estudio de fenómenos geológicos en una escala mundial.
En el siglo XVII, los ingleses quedaron fascinados con especulaciones en cuanto a la corteza terrestre. Thomas Burnet y John Woodward se esforzaron por armonizar la geología con el relato bíblico del diluvio. Persistían en creer que un diluvio universal causado por Dios había provocado cambios que explicaban la actual superficie de la tierra. Unos pocos trataban de describir el diluvio del Génesis como un acontecimiento meramente local restringido a Palestina y Mesopotamia, pero este punto de vista era el de una minoría. 77
La geología moderna se desarrolló durante el siglo XVIII quizá debido a la necesidad de un conocimiento práctico de geología en los distritos mineros del noroeste de Europa. Abraham G. Werner (1750-1817), mineralogista de la ciudad alemana de Freiburg, introdujo la teoría del neptunismo en geología, o geognosia, como él prefería llamarla. Los neptunistas creían que un océano universal una vez cubrió toda la tierra, incluso las montañas más elevadas, y mantuvo en solución todos los materiales que se encuentran en las rocas. La comprensión que tenía Werner de los minerales le indujo a creer que la estratificación había ocurrido en capas uniformes en todo el mundo, que las capas de rocas se formaron a medida que el material de las mismas se precipitó procedente de los océanos en cinco etapas bien definidas. Esta ha sido llamada la teoría de las capas de cebolla.
Surgió una tendencia diferente, llamada vulcanista o plutonista. Según este punto de vista, se necesitaron largos períodos de tiempo, y su rígido empirismo negaba la posibilidad de que hubieran actuado fuerzas sobrenaturales. Son características las palabras de su paladín mejor conocido, James Hutton, (1726-1797) de Edimburgo -"No encontramos vestigios de un comienzo, ni perspectivas de un fin"-. En su Theory of the Earth (1795) Hutton expuso su creencia de que todos los fenómenos geológicos encontrados en la superficie de la tierra podrían ser explicados por causas naturales que se pueden observar en la actualidad. Más adelante este concepto llegó a ser conocido como la doctrina del uniformismo.
Debido a que los uniformistas necesitaban un inmenso tiempo geológico que contradecía la cronología en boga del arzobispo Ussher (4004 AC, como fecha de la creación del mundo), y como también el estilo literario de Hutton era confuso, muchos fueron en pos de otras teorías geológicas. Uno de los principales opositores del vulcanismo fue el barón Georges L. Cuvier (1769-1832), que contribuyó al estudio de la anatomía comparada y fue el fundador de la paleontología. Su teoría del catastrofismo enseñaba que las catástrofes naturales en varias ocasiones del pasado habían destruido todos los seres vivientes, y que finalmente nuevos seres reemplazaron a los que habían sido destruidos. De esa manera, ciclos de catástrofes sucesivas fueron seguidos por creaciones sucesivas.
Convencido de la validez del concepto de las capas de cebolla, Cuvier trató de aplicar sus principios al registro de los fósiles postulando que los fósiles se encontraban en una secuencia idéntica por todo el mundo, y que cada transición fue causada por una catástrofe. El diluvio del Génesis habría sido quizá la inundación final y la más grave. Después de Cuvier, William Buckland fue el principal organizador de la teoría catastrofista. El entrelazó las teorías de Cuvier con el diluvio del Génesis. Otros los imitaron. William Smith (1769-1839), agrimensor de profesión y "padre de la geología inglesa", creía que los fósiles aparecían en cierto orden y podían ser usados para identificar los estratos. Otros se apoyaban en la sucesión de la vida y llegaban a la conclusión de que mediante los fósiles se podía fijar la edad de cada estrato.
A fines de la década de 1820, la teología natural y la ciencia parecían haber alcanzado una feliz armonía expandiendo el relato del Génesis de una semana literal dedicada a la creación a largas eras geológicas, cada una de las cuales habría producido una forma más compleja de vida que las precedentes. No se daba más importancia geológica al acontecimiento del diluvio. Si había ocurrido, o se lo consideraba solamente de una extensión limitada o bien como una de muchas otras catástrofes.
En 1803, John Playfair redactó la teoría de Hutton en una forma más comprensible, pero la teoría revolucionaria del uniformismo no fue aceptada hasta 78 que Sir Charles Lyell (1797-1875) la hizo revivir, la sintetizó y la popularizó en su obra Principles of Geology (1830). El sostenía que el uniformismo era el principio que permitía explicar los acontecimientos geológicos por medio de leyes naturales. Logró convencer a la mayoría de los hombres de ciencia de que el estado actual de la tierra no se había producido por actos divinos de creación hace 6.000 años, ni por la acción de las aguas del diluvio del Génesis. Pretendía que más bien la forma actual de la tierra es el resultado de la acción gradual de fuerzas naturales observables que operan movidas por leyes físicas inmutables a través de inmensos eones de tiempo. La aceptación generalizada de su teoría preparó el camino para la evolución biológica de Darwin.
De modo que, a mediados del siglo XIX el uniformismo se había afirmado como el principio fundamental que influyó en la evolución del pensamiento geológico del siglo siguiente. El diluvio del Génesis fue reducido por muchos a un mero acontecimiento local de la Mesopotamia, la más grave de una serie de catástrofes, o sencillamente a un mito.
Sin embargo, en décadas recientes el uniformismo ha sido puesto cada vez más en duda, y el catastrofismo, el concepto de que el ritmo normal de los procesos geológicos es interrumpido periódicamente por sucesos insólitos, está ganando el apoyo aun de aquellos que no aceptan la idea de la intervención de algo sobrenatural en el mundo. En forma más detallada, estas tendencias actuales de las teorías geológicas se tratan en la sección V.


B. Los adventistas del séptimo día y la geología
Durante los años que siguieron al gran chasco de 1844, los creyentes adventistas estaban demasiado ocupados estudiando las señales proféticas de la segunda venida de Cristo como para preocuparse con los debates que ocurrían entre los geólogos. Pero las investigaciones que hacían en las profecías bíblicas pronto los llevaron a 2 Ped. 3, donde se trata de la forma física en que terminará el mundo. Las primeras publicaciones que reflejan las creencias de la joven Iglesia Adventista del Séptimo Día contenían artículos acerca de la composición del centro (núcleo) de la tierra, junto con relatos de incendios, terremotos y erupciones volcánicas que servían como heraldos de la inminente aparición de Cristo. Cuando la doctrina del séptimo día como día de reposo surgió como una doctrina principal de la iglesia, cobró importancia el relato del Génesis referente a una semana literal de siete días dedicada a la creación.
Sin aventurarse en un verdadero estudio de la geología, los teólogos adventistas procuraban encontrar pruebas en apoyo de la validez del relato del Génesis, puesto que los largos períodos postulados por la geología uniformista hacían estragos en la interpretación literal del Génesis. Se hacían esfuerzos para determinar si el relato bíblico había sido mal interpretado. Mientras James White y J. N. Andrews afirmaban que el planeta Tierra no había sido formado hasta la semana de la creación, un grupo conocido como "creacionistas secundarios" postulaban que no iba en contra de las Escrituras la creencia de que los elementos químicos que componen la tierra (de todos modos creada por Dios) habían comenzado a existir hacía más de 6.000 años. Los debates continuaban sin llegar a un acuerdo general, pero los "creacionistas secundarios" al parecer se mantuvieron en la minoría.
En las primeras publicaciones adventistas se reimprimían artículos de otros grupos cristianos y de científicos que presentaban pruebas para confirmar una interpretación literal de la Biblia, o que señalaban fallas en la geología evolucionista. Los redactores, especialmente Uriah Smith, de la Review, se cuidaban de hacer 79 resaltar su oposición al uso indebido y al abuso de hechos geológicos, antes que oponerse a la ciencia misma. Mucho se dijo en cuanto a la confianza de que lograrían armonizar la ciencia y la Biblia a medida que la ciencia de la geología, que estaba en sus comienzos, continuara desarrollando nuevas teorías. Al mismo tiempo había precaución para no ser demasiado rápidos en aceptar cualquier pretensión nueva de la ciencia que pareciera proyectar dudas sobre la veracidad del relato del Génesis. Por supuesto, se esperaba que la verdadera ciencia armonizara perfectamente con la Biblia, puesto que ambas tenían el mismo Autor.
Dentro de la Iglesia Adventista, en la etapa de 1850-1900, se consideraba que la ciencia era una herramienta empleada por los que procuraban eludir a Dios como Creador y Señor. Puesto que toda la verdad se basaba en la inmutable norma de la Biblia, no debía confiarse en la palabra de los científicos descreídos. Esta fue la etapa teológica de la geología adventista del diluvio, íntimamente relacionada con el creacionismo. La mayor parte de los interesados en geología, tales como A. T. Jones, enfocaban el estudio de las publicaciones geológicas considerándolas con escepticismo, y esperaban encontrar en ellas contradicciones, fallas y errores.
George McCready Price (1870-1963), docente y escritor, comenzó la fase científica de la geología diluvial adventista. Después de estudiar las publicaciones acerca de geología de que se disponía entonces, descubrió que su fe en una interpretación literal del Génesis permanecía inconmovible. Lamentaba la tendencia protestante hacia la aceptación de la evolución teísta (la idea de que Dios creó el mundo a través de largos procesos evolutivos). Price exhortaba a las iglesias a que hubiera una nueva reforma: la vindicación de Dios como Creador volviendo a la verdad de la creación. Prosiguió en esta lucha aun teniendo en cuenta la predicción del apóstol Pedro de que sería popular la creencia de que "todas las cosas permanecen así como desde el principio" (2 Ped. 3: 4).
En 1902, Price publicó el primero de 25 libros, Outlines of Modern Christianity and Modern Science, para desafiar las tres principales teorías de la evolución: el uniformismo geológico, la evolución biológica (orgánica) y la evolución teísta. En sus libros posteriores atacó mayormente a la geología, porque creía que era la base de las otras ideas evolucionistas. Arguyendo en contra de la interpretación evolucionista de la secuencia de las formas de vida en el registro de los fósiles, Price afirmaba que los fósiles representan plantas y animales del mundo antediluviano, que perecieron en el diluvio. Afirmaba que no había pruebas para las suposiciones uniformistas de la geología y de la sucesión evolutiva de formas de vida, que eran los únicos argumentos empleados para datar arbitrariamente las rocas y los fósiles.
Durante casi un cuarto de siglo, Price presidió este ataque en contra de la geología evolucionista influyendo sobre otros grupos cristianos fundamentalistas. El impacto que hizo en el mundo protestante sirvió para que muchos adventistas lo consideraran prácticamente como inspirado y era difícil no estar de acuerdo con Price sin ser considerado como no ortodoxo.
Sin embargo, al paso que Price había atribuido prácticamente todas las principales características geológicas de la corteza de la tierra al diluvio del Génesis, uno de sus alumnos, H. W. Clark, creyó necesario modificar ese postulado para dar lugar a posibles formaciones prediluvianas. Price creía que no existía realmente un orden para los fósiles, pero Clark veía evidencias de un cierto orden en las rocas estratificadas. Clark dio una explicación para ese orden mediante su concepto de "zonación ecológica" (véase la Sección VI-C). Price había interpretado las evidencias de glaciación continental en términos de una actividad diluvial, pero Clark presentaba datos que mostraban que tanto la glaciación de las montañas como las 80 extensas capas de hielo de las planicies del hemisferio norte eran conceptos válidos. Aunque hubo reajustes de esta interpretación hechos por científicos adventistas posteriores, se mantuvo tanto la oposición a la geología uniformista como la defensa de una interpretación literal del diluvio del Génesis.


III. DESCRIPCIÓN DEL DILUVIO TAL COMO ES DADA EN DOCUMENTOS INSPIRADOS


La descripción bíblica del diluvio es breve y contiene poca información geológica. Los escritos de E. G. de White son más informativos, pero una buena parte de lo que sucedió durante el diluvio debe deducirse de un estudio de la naturaleza. Debido a su escasez, la poca información dada por los escritores inspirados es de interés particular. Comenzaremos considerando unos pocos comentarios acerca del mundo antediluviano, que fue el mundo destruido por el diluvio.
La tierra fue grandemente modificada por el diluvio. Por lo tanto, su condición prediluvial tiene que haber sido muy diferente de la actual. No llovía (Gén. 2: 5), pero había abundante humedad (Gén. 2: 6). Había ríos (Gén. 2: 10-14), y mar (o mares) (White 1890, pág. 84). Hay una insinuación bastante clara acerca de que había agua oculta en la tierra (Gén. 7: 11; White 1878, 1901). Las colinas y las montañas no eran tan altas y escabrosas como en la actualidad (White 1947, pág. 20) y la vegetación y la vida animal eran muy superiores a las que existen ahora (White 1864, pág. 33; 1890, pág. 24; 1903, pág. 125).
La siguiente cronología del diluvio puede deducirse de Génesis 7 y 8. Siete días después que Noé entró en el arca, brotaron violentamente aguas subterráneas, acompañadas por lluvia que duró por lo menos 40 días. Este período de 40 días parece estar incluido en el siguiente período que se describe como de 150 días (Gén. 7: 24), durante el cual las aguas "prevalecieron": un término que puede interpretarse como que implica que continuaron aumentando su nivel (Gén. 7: 18) o que permanecieron en forma estática cuando las montañas más altas de toda la tierra estaban cubiertas (Gén. 7: 19). En Génesis 8: 2 parece decirse que el nivel del agua aumentó hasta el fin del período de 150 días, puesto que fue entonces cuando se detuvo la lluvia y se cerraron las "fuentes" del gran abismo. Esto fue seguido por un recio viento, la disminución del nivel del agua y un período de 225 días para que todo se secara. Cuando Noé salió del arca, 382 días después de que entró en ella, por lo menos las zonas más altas de las proximidades estaban secas (Gén. 8: 14) y quizá ya había comenzado a crecer una nueva vegetación (Gén. 8: 11). Una cantidad de reajustes geológicos significativos podrían haberse realizado después de este período.
Es importante notar que "las aguas subían más y más" (White 1864, pág. 72; 1890, pág. 89; 1901). Este proceso gradual corresponde bien con la secuencia que se encuentra en muchos de los depósitos sedimentarios de la tierra, los cuales se hubieran mezclado mucho más si el diluvio hubiera envuelto todo con sus aguas al mismo tiempo, como podría haberse supuesto. También hubo conmociones violentas, tales como terremotos, actividad volcánica y aguas que irrumpían arrojando al aire enormes rocas (White 1886; 1890, pág. 87).
Una buena parte de la actividad tectónica (levantamientos y hundimientos de la superficie de la tierra) debe haber ocurrido durante el diluvio. Algunas montañas se formaron entonces (White 1864, pág. 79; 1885; 1890, págs. 98, 99). Otras montañas fueron alteradas, volviéndose abruptas e irregulares (White 1890, págs. 98, 99). Algunas llanuras se convirtieron en montañas y algunas cadenas montañosas se 81 volvieron llanuras (White 1890, págs. 98, 99). Algunas partes de la tierra fueron más seriamente afectadas que otras (White 1890, págs. 98, 99).
En una afirmación significativa E. G. de White dice: "Arcilla y cal, que Dios había esparcido en el fondo de los mares fueron elevados y arrojados de acá para allá... " (White, 1886). Inmensos bosques fueron sepultados y formaron la hulla y el petróleo que ahora tenemos (White 1890, págs. 98, 99; 1903, pág. 125). Un vasto y turbio mar y lodo blando (White 1864, pág. 77; 1890, págs. 97-99) se hicieron presentes cuando las aguas comenzaron a descender. El fortísimo viento que ayudó a secar la tierra (Gén. 8: 1; White 1890, págs. 98, 99) impulsó el agua "con gran fuerza, de modo que en algunos casos" fueron derribadas "las cumbres de las montañas" (White 1890, pág. 98).
No hay duda de que Elena de White y el autor del Génesis entendieron que el diluvio cubrió toda la tierra. En Gén. 7: 19-23 repetidas veces se hace resaltar este concepto (Hasel 1975): "Quedaron cubiertos los montes más altos que hay debajo del cielo" (Gén. 7: 19, BJ); "murió toda carne que se mueve sobre la tierra" (Gén. 7: 21, VVR); "todo cuanto respira hálito vital, todo cuanto existe en tierra firme murió. Yahveh exterminó todo ser que había sobre la haz del suelo" (7: 22, 23, BJ). E. G. de White afirma: "Toda la superficie de la tierra fue cambiada por el diluvio" (White 1864, pág. 78; 1890, pág. 98).


IV. PRINCIPIOS BÁSICOS DE GEOLOGÍA Y PALEONTOLOGÍA


A fin de entender qué cambios ocurrieron durante el diluvio, deben anunciarse primero unos pocos principios básicos acerca de la naturaleza de la tierra.


A. La Tierra
La Tierra tiene un diámetro de 12.757 km. en el ecuador y no es exactamente una esfera, pues es algo aplanada en los polos y dilatada en el ecuador. El diámetro polar es 43 km. más corto que el ecuatorial. Esta diferencia de los diámetros se atribuye principalmente a la rotación de la tierra sobre su eje, y sugiere que su naturaleza no es rígida, característica importante para explicar algunos cambios que se supone que ocurrieron durante el diluvio. La naturaleza del interior de la Tierra se deduce mediante evidencias indirectas. Su centro está constituido por un núcleo pesado (cuyo radio es de 3.475 km.) con un centro sólido, al paso que su parte externa es líquida. A partir de ese núcleo hasta cerca de la superficie hay un manto menos denso rodeado por una corteza que todavía es más ligera. El espesor de la misma es de unos 33 km. La corteza que está debajo de los continentes es mucho más potente que la que se halla debajo de los océanos (Fig. 2). Sucesos catastróficos, tales como erupciones volcánicas y terremotos, pueden abarcar tanto el manto como la corteza.
En la actualidad, aproximadamente un 71% de la superficie de la tierra está cubierta por océanos, y el 29% restante lo forman los continentes. Más o menos un 3% del área oceánica comprende las plataformas continentales, regiones relativamente poco profundas, que geológicamente forman parte de los continentes.


B. La corteza terrestre
Hay tres clases principales de rocas: ígneas, sedimentarias y metamórficas. Esas rocas se diferencian por las condiciones en que se formaron. Las rocas ígneas se forman cuando el magma (rocas fundidas en el interior de la tierra) se enfría y cristaliza dentro de la corteza terrestre o encima de ella. Las rocas volcánicas son rocas ígneas extrusivas que se han enfriado en la superficie de la tierra.
Generalmente las rocas sedimentarias se forman por la cementación de partículas 82 transportadas que varían en tamaño desde la arcilla hasta cantos rodados, y se clasifican de acuerdo con la naturaleza de las partículas que la forman. De esa manera, las rocas arcillosas (arcillitas) se forman de arcilla y las areniscas, de arena, etc. Ciertas rocas sedimentarias (por ejemplo, algunas calizas, yeso y sal gema) se forman por precipitación química de una solución. Las rocas sedimentarias son de interés especial porque pueden contener fósiles, que son una evidencia de vida anterior.
Las rocas metamórficas se forman donde hay suficiente calor, presión y a veces acción química, factores que originan cambios significativos en las rocas ígneas, sedimentarias y otras metamórficas. El mármol es una roca metamórfica que consiste en roca calcárea modificada. En ciertos casos, el granito puede ser formado por metamorfismo.
Los geólogos dividen las rocas de determinada región en unidades mayores llamadas formaciones. Por ejemplo, parecería razonable que los sedimentos de cierta zona incluyeran arenisca gruesa, una gruesa unidad de pizarra (que quizá contenga delgadas capas de arenisca y caliza), y además una gruesa y masiva roca caliza dividida en tres formaciones. Si las capas son muy delgadas y tienen una característica común y peculiar, todas ellas podrían ser clasificadas como una sola formación. Solamente en Estados Unidos, en torno de 1967, se habían clasificado más de 17.000 diferentes formaciones y subdivisiones.


C. Procesos sedimentarios
Una catástrofe del tipo de una inundación ocasiona mucha sedimentación, proceso que implica erosión, transporte y depósito de sedimentos que pueden formar rocas sedimentarias. Las corrientes de agua son el medio de transporte más común. El río Amarillo de la China transporta aproximadamente 2 mil millones de toneladas de sedimento al océano cada año (Holeman 1968). En este río, el peso de los materiales sólidos transportados a veces excede al peso del agua misma (Mattes 1951 ). También puede ser considerable la capacidad de transporte de las olas y las corrientes oceánicas. La capacidad de transporte que tiene el agua aumenta considerablemente con la velocidad. La carga máxima de transporte sólido está en proporción con la tercera o cuarta potencia de la velocidad (Holmes 1965, pág. 512), lo que significa que si la velocidad aumenta en un factor de 10, la carga puede ser de 1.000 a 10.000 veces mayor.
El viento es otro medio de transporte de gran capacidad. Arena del Sahara ha sido llevada hasta España, Francia e Italia. En 1883, cenizas de la erupción volcánica del Krakatoa, cerca de Java, fueron esparcidas por todo el mundo, con lo que produjeron cromáticas puestas de sol durante varios años. Por supuesto, los tornados pueden transportar cargas muy grandes. En el Medio Oriente, extensas dunas, algunas de ellas de 180 m de alto, se forman como resultado de la acción del viento.
Los glaciares erosionan, transportan y depositan grandes cantidades de sedimentos. En este caso el transporte es comparativamente lento. Por ejemplo, en 1820 tres guías que trepaban cerca de la cumbre del monte Blanco, en Francia, se perdieron en una hendedura profunda en un glaciar. Cuarenta y un años más tarde, fueron encontrados sus restos a unos 31/2 km. de distancia, al pie del glaciar Bosson (Bertin 1961, pág. 126). El transporte provocado por los glaciares deja típicas características, tales como sedimentos entremezclados (donde se mezclan desde lo fino hasta lo grueso) y provocan estrías en las rocas. Esas estrías (estriaciones de los glaciares) se producen por roces mutuos de las rocas al ser movidas por el hielo.
Finalmente los sedimentos son transportados hasta una localidad donde se 83 asientan y forman rocas sedimentarias. Las partículas son cementadas por diversos minerales que con frecuencia van disueltos en el agua. Las rocas sedimentarias, especialmente aquellas depositadas por el agua, por lo general se encuentran en capas distintas llamadas estratos, que resultan de cambios en la cantidad de sedimentos mientras se depositan. Las capas se depositan en planos horizontales o subhorizontales. Este hecho es llamado la ley de horizontalidad original. Por lo general, los estratos inclinados se deben a alteraciones de la corteza terrestre después de ser depositados. Una segunda ley de la deposición, evidente por sí misma, es la ley de la superposición, según la cual en sedimentos que no se han alterado, los más recientes están por encima de los más antiguos, que quedan debajo. Puede pasar poco o mucho tiempo en la deposición de una formación sedimentaria.


D. El proceso de fosilización
Cualquier evidencia de vida pasada encontrada en la corteza terrestre se considera que es un fósil. Los fósiles pueden incluir las más familiares conchas de moluscos, moldes de seres vivientes, o las menos comunes huellas de animales. Pueden ser mínimas las alteraciones durante la preservación, como en el caso de algunos mamuts congelados. Sin embargo, con frecuencia sólo permanecen las partes duras como sucede con los huesos o caparazones. Los fósiles permineralizados tienen espacios porosos llenos con minerales, al paso que la petrificación implica el reemplazo de materia orgánica por minerales. Algunas maderas fósiles son permineralizadas; otras son petrificadas. Durante el proceso de preservación de muchos fósiles, puede perderse una buena parte del hidrógeno, oxígeno y nitrógeno de la materia orgánica original, lo que deja tan sólo una película carbonosa y una impresión.
Los fósiles abundan en algunas localidades, son raros en la mayoría de los depósitos sedimentarios y faltan por completo en muchas formaciones. Es importante para el estudio de un suceso tal como el diluvio del Génesis que la mayor parte de los seres vivientes que mueren no son preservados. Los arrecifes coralinos son una excepción notable debido a que los esqueletos del coral que forman la armazón del arrecife se preservan a medida que crece el arrecife. Por lo general ocurre una desintegración mecánica y química antes de la preservación. Beerbower (1969, pág. 39) declara: "Por lo general, mientras más rápidamente un ser viviente quede sepultado y mientras más apretado sea el sello de su tumba sedimentaria, habrá mejores posibilidades de preservación". Tanto los paleontólogos creacionistas como los evolucionistas reconocen la importancia de que se sepulten rápidamente los fósiles para su preservación. Los creacionistas creen que esto ocurrió principalmente durante el diluvio del Génesis, al paso que los evolucionistas creen que hubo muchas catástrofes más pequeñas separadas por largos períodos de tiempo.


E. La columna geológica
Las rocas que forman la corteza de la tierra se han organizado de acuerdo con una distribución cronológica en la cual las más antiguas están debajo y las más jóvenes encima. Esto recibe el nombre de columna geológica o estratigráfica. Véase en la figura 1 detalles al respecto. Los nombres que identifican diferentes divisiones de la columna geológica se usarán en las secciones siguientes, y el lector debería consultar esa figura si no le resultan familiares los términos estratigráficos.
Tanto los creacionistas como los evolucionistas reconocen la secuencia de la columna geológica y usan la misma terminología para referirse a ella. Por lo general, los primeros consideran que representa un lapso relativamente corto, al paso que los segundos le atribuyen miles de millones de años para su evolución.
Los fósiles son mucho más comunes y complejos en el fanerozoico que en las capas inferiores. Dentro del fanerozoico, las formas más complejas de vida, tales como mamíferos y fanerógamas, no se encuentran en las capas inferiores (Fig. 1). Esto será tratado posteriormente en la Sección VI-C. Una cantidad de creacionistas (tales como Price 1923, Whitcomb y Morris 1966) han negado que sea válida la distribución de los fósiles en una secuencia dentro de la columna geológica. Han destacado que en algunos lugares esa disposición no se respeta y que las así llamadas rocas más antiguas se hallan encima de rocas más jóvenes. Arguyen que puesto que hay excepciones para el orden general de los fósiles en la columna geológica, queda invalidada la teoría de la evolución. Desgraciadamente, los ejemplos usuales que se dan corresponden con zonas geológicamente alteradas, tales como las Montañas Rocosas y los Alpes. Esas zonas alteradas no suministran un argumento convincente puesto que las alteraciones de las secuencias se pueden explicar mediante levantamientos y deslizamientos de las rocas más antiguas por encima de las más jóvenes, un cuadro apoyado, en algunos casos, por datos convincentes tomados en el mismo lugar. Aun cuando en algunas zonas evidentemente los fósiles están aparentemente fuera de orden, cualquiera sea la razón que se dé para eso, todavía queda por explicar por qué en la mayoría de los lugares de la Tierra por lo general los fósiles siguen un orden consistente (Fig. 1). Esto será tratado posteriormente en la Sección VI-C.


V. TENDENCIAS RECIENTES EN EL PENSAMIENTO GEOLÓGICO


Durante las décadas pasadas, la ciencia de la geología ha estado experimentando cambios en conceptos, altamente significativos y revolucionarios en su teoría. Estos cambios son sumamente amplios en su alcance y atañen especialmente a una catástrofe de un tipo semejante al diluvio que se describe en el Génesis.


A. Tectónica de placas
La idea de la tectónica de placas es completamente sencilla: los continentes y los fondos de los océanos han estado deslizándose, con respecto a la superficie de la tierra, como resultado de la desviación del material de la corteza terrestre, hacia el interior derretido, a lo largo de algunos límites y a la vez del replegamiento a lo largo de los límites opuestos, debido a la expulsión del material del interior derretido. Es tan abarcante este concepto, que es necesario aceptarlo o rechazarlo enteramente. Al paso que se aceptaron algunas especulaciones concernientes a esta idea a principios de este siglo, fue tan sólo a mediados de la década de 1960 cuando ella alcanzó una aceptación muy difundida. Quienes no la aceptaron, fueron muy criticados.
Cualquiera que observe la forma de los continentes, queda impresionado con el parecido del contorno de la costa oriental de Norte y Sud América con la costa occidental de Europa y África. La teoría de la tectónica de placas, y más especialmente en este caso la teoría de la deriva continental, sugiere que durante el período pérmico estos continentes estaban unidos, no existía un océano Atlántico entre ellos, y que desde entonces se han estado separando mediante un desplazamiento.
A fin de entender mejor el proceso implicado, deben considerarse más detalles acerca de la organización de la superficie de la tierra.
Cuando se las considera en una escala mundial, las rocas son mucho menos rígidas que lo que normalmente uno se imagina. Esta cuestión es mayormente un asunto de apreciación relativa. Por ejemplo, una pulga que camine por encima de una cubierta de goma (llanta), podría pensar que la cubierta es bastante sólida, al paso que nosotros pensamos que es flexible. La Tierra se comporta más como un plástico suave que como un sólido rígido. Muchísima gente está familiarizada con las mareas del océano que son causadas por la atracción gravitatoria de la Luna y el Sol. La Tierra "sólida" también responde a la atracción de la Luna y el Sol, sólo que en una escala mucho menor. Los terremotos también demuestran que la tierra no es tan rígida. En un corte transversal de la superficie de la tierra (Fig. 2), la corteza debajo de los continentes consiste en una roca de tipo granítico, al paso que debajo de los océanos consiste en un basalto más denso (Sección IV-B). Una delgada capa exterior de sedimento cubre una buena parte de los continentes y de los océanos. Los continentes graníticos tienen una densidad que es menor (2,7) que la del basalto del océano (3,0) o que la litosfera que está debajo (más o menos 3,3) (Fig. 2). Por lo tanto, los continentes graníticos literalmente flotan por encima de rocas más densas que están debajo, en una manera parecida a la madera que flota encima del agua.
La teoría de la tectónica de placas divide la superficie de la Tierra en dos capas principales. La litosfera en la parte exterior es más rígida y consiste en la corteza y aproximadamente 100 km. de la parte superior del manto. La astenosfera que es más plástica está debajo y es parte del manto.
La teoría sugiere que en algunas regiones, tales como la costa occidental de Sudamérica (Fig. 2), la litosfera está siendo incrustada en el manto. En otros lugares, tales como la cadena del Atlántico medio, la astenosfera se convierte en litosfera. Los continentes "flotan" pasivamente encima a medida que el fondo del océano se produce y es absorbido en diferentes zonas longitudinales de la tierra, tales como la cadena del Atlántico medio y la costa occidental de Sudamérica. Se supone que los continentes que estuvieron juntos durante el período pérmico, antes del pérmico estaban separados y tenían una configuración y tamaño diferentes (Hurley y Rand 1969; Palmer 1974). Sin embargo, no debiera llegarse a conclusiones definitivas acerca de esta posibilidad (Dewey y Spall 1975). Le Pichon y colaboradores (1973), presentan en forma amplia y autorizada el concepto de la tectónica de placas.


La evidencia en favor de la tectónica de placas incluye:

(1) La forma en que coinciden algunos de los continentes cuando teóricamente se los une.

(2) La similitud de depósitos sedimentarios distintivos de Sudamérica con los del África.

(3) Diseños simétricos de reversión magnética en la corteza oceánica a ambos lados de las cadenas de montañas o riscos, lo que sugiere que el basalto es exturbado a lo largo de esos riscos y después se esparce lateralmente luego de ser magnetizado con la polaridad prevaleciente.

(4) La concentración de terremotos de profundidad llega hasta 700 km. en de las zonas donde la litosfera se supone que penetra en la tierra, en contraste con los terremotos superficiales, que penetran hasta 20 km., en zonas tales como la cadena montañosa del Atlántico medio, donde se supone que la litosfera se está formando. Gass y colaboradores presentan un buen resumen en favor de la doctrina de la tectónica de placas (1972).


Las objeciones en contra del concepto de la tectónica de placas incluyen:

(1) El problema de hacer coincidir algunos de los continentes. Por ejemplo, es necesario eliminar Centro América a fin de hacer que Norte y Sudamérica coincidan con Europa y África.

(2) La falta de una explicación satisfactoria para el mecanismo del movimiento de placas.

(3) Una buena cantidad de datos paleontológicos y paleoclimáticos sugieren que los continentes nunca se han movido. Kahle (1974) ha editado un tomo que presenta objeciones a la tectónica de placas.


El concepto de la tectónica de placas ha sido aceptado por la gran mayoría de los geólogos. Esta teoría, que es el cambio más significativo en el pensamiento de los geólogos de este siglo, ha causado y todavía está causando la revisión de muchos conceptos geológicos. Muchos puntos importantes todavía permanecen sin definición. Sin embargo, puesto que la idea es tan bien aceptada, se espera que sature el pensamiento de los geólogos durante muchos años. Sólo el tiempo dirá si la teoría resultará un éxito permanente o sólo será otro concepto transitorio. Si bien es cierto que los datos en favor de este concepto son muy impresionantes, se impone que seamos precavidos. Las informaciones recientes en cuanto al lecho de los océanos son "tanto perturbadoras como reveladoras" (Kaneps 1974). La teoría de la tectónica de placas tiene una cantidad de características interesantes que apoyan el concepto del 87 diluvio del Génesis. Tal como hace resaltar Dickinson (1974), los movimientos horizontales de la litosfera deben ser acompañados por movimientos mayores verticales que se esperarían en la mayoría de los modelos que se tienen del diluvio (Sección VI-B). La separación de los continentes representa una escala de actividad que sería de esperarse en el diluvio del Génesis. El concepto de una tierra menos rígida requerido por la teoría de la tectónica de placas hace que los cambios mayores que debieron acompañar al diluvio sean mucho más razonables.


B. Desprestigio del uniformismo
El concepto del uniformismo (Sección II-A) ha sido definido de muchas maneras. Por lo general se refiere al principio de interpretar los sucesos del pasado en términos de los actuales. En su definición histórica más estricta, implica que el ritmo de los procesos geológicos actuales es suficiente para explicar los cambios del pasado. Esa doctrina es opuesta al catastrofismo, que sostiene que las catástrofes del pasado son de una escala mayor de las que se observan ahora. El diluvio descrito en el Génesis sería el ejemplo principal. El catastrofismo ha sido tradicionalmente rechazado por los geólogos modernos que han convertido el uniformismo "en una especie de dogma religioso" (Hooykaas 1970). Esta última referencia dará al lector una excelente comprensión de lo que está implicado en esa controversia.
Las últimas dos décadas han presenciado una nueva definición y un desprestigio del concepto del uniformismo. Ya no se ponen de lado por completo las catástrofes, y el uniformismo está siendo definido de nuevo como para permitir la idea de un pasado diferente del presente. La idea de la uniformidad está siendo aplicada a las leyes de la ciencia y no específicamente a los procesos geológicos (Gould 1965). Por lo tanto ella está perdiendo su importancia en geología. Una evidencia de esta nueva tendencia son algunos artículos que tienen títulos como éste: "El uniformismo es una doctrina peligrosa" (Krynine 1956) y "El presente es la clave del presente" (Valentine 1966). Para muchas de las objeciones hechas al uniformismo son básicas estas preguntas: ¿Por qué los ritmos del pasado tienen que ser iguales a los de hoy? ¿No puede el cambio variar un ritmo de cambio? ¿No es evidente que el pasado fue diferente del presente? Más informaciones en cuanto a esto se encontrarán en las referencias de Simpson (1963) y Kitts (1963).
Junto con el desprestigio del uniformismo clásico ha habido un resurgimiento del catastrofismo. Por ejemplo, Brenner y Davis (1973) afirman: Por lo general, el análisis de los sedimentos de los ambientes antiguos rechaza la muy difundida opinión de que la formación de los sedimentos y su dispersión debe su origen a la operación de procesos normales... Creemos que una vez que los estudios del holoceno (reciente) y de los antiguos sedimentos de capas horizontales aporten suficientes comprobaciones para el reconocimiento de los depósitos debidos a tormentas, entonces esos depósitos serán ampliamente reconocidos en muchos lugares geológicamente similares. Ager (1973, pág. 49) refleja este mismo pensar: "Los huracanes, las inundaciones o las tsunamis pueden hacer más en una hora o un día que lo que alcanzaron a hacer los procesos ordinarios de la naturaleza en mil años".
La revolución más significativa de este siglo en lo que se cree acerca de los procesos de sedimentación es el concepto de turbidita o aluvión subacuático. Este concepto también refleja la tendencia hacia el catastrofismo. Las turbiditas son de interés especial para un estudio del diluvio porque pueden ser enormes, se presentan debajo del agua y son rápidas. Un ejemplo moderno ilustrará esto.
El 18 de noviembre de 1929, un terremoto sacudió la costa de Nueva Inglaterra y las provincias marítimas del Canadá. Ese terremoto, conocido como el Gran Terremoto de los Bancos, ocasionó un deslizamiento de una gran masa de sedimentos dentro del océano en el borde de la plataforma continental. También liberó otros sedimentos que formaron lodo suelto que se deslizó por el talud continental hacia la parte más profunda del océano Atlántico norte. Finalmente se esparció por la planicie abismal al pie del talud. Algunas partes recorrieron más de 700 km. Uno podría pensar que una masa de lodo suelto fluyendo en el océano rápidamente se mezclaría con el agua del mar y se confundiría con ella perdiendo sus características propias de unidad, pero ése no fue el caso. El lodo suelto tiene una densidad mayor que el agua de mar debido a que es una combinación de agua con muchas rocas, arena, arenilla y partículas de arcilla. Este lodo fluye debajo del agua del mar que es más liviana, algo así como el agua fluye sobre la tierra debajo del aire. Sólo hay una pequeña mezcla entre el lodo y el agua que está encima. Tal flujo subacuático de lodo es llamado corriente de turbidez, y la nueva capa de lodo depositada donde se detiene la corriente es conocida como turbidita.
Afortunadamente para la ciencia, pero desgraciadamente para la telegrafía comercial, 12 cables transatlánticos cerca de la corriente de turbidez de los "Grandes Bancos" se rompieron con esa catástrofe, algunos en dos o tres lugares. Se pudo apreciar con precisión el tiempo de la primera rotura de cada cable debido a la interrupción de las transmisiones telegráficas y su ubicación fue determinada mediante pruebas de resistencia y de capacitancia. Los cables que estuvieron más cerca del epicentro del terremoto, cerca de la parte más alta del talud continental, se rompieron casi instantáneamente, quizá debido a la descarga de los sedimentos, al paso que yendo más lejos se pudo comprobar una sucesión más ordenada de roturas a medida que la corriente de la turbidez iba rompiendo sucesivamente los cables. Se calculó que los ritmos de desplazamiento a veces superaron los 100 km. por hora. El último cable, que estaba a más de 650 km., fue roto un poco más de 13 horas después del terremoto (Heezen y Ewing 1952). Se ha estimado que la turbidita resultante procedente de esa corriente de lodo cubrió más de 100.000 km² y tenía un espesor promedio de un poco menos de un metro. Su volumen es suficiente para cargar 20 hileras de barcos tanques que rodearan la tierra, uno al lado del otro, en torno del ecuador (Kuenen 1966).
Podría parecer insólito que depósitos tan enormes pudieran asentarse tan rápidamente; sin embargo parece que se trata de un fenómeno bastante común. En Lake Mead, Arizona, grandes cantidades de sedimentos se acumulan en el extremo oriental donde el río Colorado entra en el lago. Ocasionalmente, un tipo de esta corriente de turbidez transporta algo de ese sedimento hasta el extremo opuesto del lago que está a más de 150 km. de distancia. En este caso, el ritmo del desplazamiento parece ser extremadamente lento, pues requiere varios días para cubrir la distancia. Se han encontrado turbiditas en algunos lagos de Suiza. En 1954, varios cables fueron rotos por una corriente de turbidez provocada por un terremoto. Se originó en la costa de Argelia y penetró en el Mediterráneo. En el lecho del Atlántico Sur, una serie de turbiditas con capas de restos de plantas de varios centímetros de espesor se encuentran a unos 1.450 km. de su origen en el río Amazonas, lo que indica el desplazamiento por una corriente de turbidez hasta una distancia considerable (Bader y colaboradores, 1970). Heezen y Ewing (1952) afirman que ha habido desplazamiento de turbiditas hasta una distancia de 1.600 km. en el Atlántico norte.
Las turbiditas tienen ciertos rasgos característicos, tales como una sedimentación granulométrica normal (el cambio gradual del tamaño de las partículas, de gruesas a finas, a medida que se asciende en el depósito), la orientación de los granos, contactos especiales entre ellos, y características internas. Debido a esto las turbiditas pueden 89 ser identificadas en los sedimentos antiguos que se encuentran en la corteza terrestre. En una catástrofe de alcance mundial, tal como fue el diluvio descrito en el Génesis, debería esperarse un gran número de turbiditas, y tal es el caso. Su abundancia y amplia distribución en los sedimentos, que se encuentran muy por encima del nivel del mar y en grandes zonas de los continentes, aumentan más la verosimilitud de una catástrofe tal. Una sola turbidita puede tener 20 m de espesor, siendo "depositada por un solo 'chorro' de agua turbia" (Ager 1973, pág. 35), y el volumen del flujo que producen las más grandes se estima en 100 km.3 (Walker 1973).
Desde que surgió el concepto de las turbiditas en torno de 1950, docenas de miles de capas sedimentadas granulométricamente, amontonadas unas sobre otras, que anteriormente se interpretaban como que se habían depositado con lentitud en aguas poco profundas, ahora se interpretan como el resultado de corrientes de turbidez rápidas (Walker 1973). Aun la capa que está en medio de ellas, que consiste en sedimentos encontrados "entre" algunas de las turbiditas, se interpreta a veces como el resultado de la deposición rápida de corrientes de turbidez (Rupke 1969, SEPM 1973).
La evidencia científica indica que algunos sucesos de la historia de la tierra pueden haber acontecido mucho más rápidamente de lo que antes se creía. Esto es lo que podría esperarse de una catástrofe tal como la del diluvio. Pero no debe suponerse que el concepto de los uniformistas sea pronto descartado. Aunque se lo ha combatido vigorosamente en los últimos años (Valentine 1973), todavía es considerado por muchos como uno de los dogmas fundamentales de la geología. Las tendencias contemporáneas están ocasionando una nueva definición que reduce su utilidad para el estudio de la geología. Puesto que no tiene mucho significado para el estudio de otras ciencias, su importancia podría llegar a ser mayormente histórica.


VI. MODELOS DEL DILUVIO


A. Ubicación del diluvio en la columna geológica
Los esfuerzos para combinar la información procedente de la geología y del Génesis deben tener en cuenta el estado actual de la fusión en los dos sectores del pensamiento geológico, lo cual es de importancia particular para establecer modelos del diluvio: la tectónica de placas y el catastrofismo. Por lo tanto, deben usarse con precaución las opiniones actuales.
Las mediciones demuestran que los sedimentos en la actualidad se acumulan muy lentamente, al paso que el espesor total de los sedimentos que se encuentran en la corteza de la tierra es inmenso. Teniendo en cuenta el ritmo actual, se necesitaría un tiempo larguísimo para que se acumularan esos sedimentos. Una veintena de estudios (Eicher 1976, pág. 14) han llevado a la conclusión a una cantidad de investigadores de que los sedimentos se han estado acumulando desde hace 3 millones de años, y algunos hacen subir la cifra a 1.500 millones. El término medio de esas estimaciones es solamente un 5 por ciento de la edad que ahora se supone que tiene la Tierra, pero todos los cálculos superan en mucho a los pocos miles de años que da la cronología bíblica. El creacionista resuelve el indudable conflicto suponiendo que la mayoría de los sedimentos de la columna geológica se depositaron durante el diluvio a un ritmo mucho más rápido del que podría esperarse teniendo en cuenta las observaciones actuales. Para poder reconciliar el ritmo común de sedimentación y la cronología bíblica debe admitirse que la mayoría de la columna geológica tiene que ubicarse en el diluvio.
Algunos creacionistas y evolucionistas teístas han sugerido que el diluvio podría 90 ser un acontecimiento del pleistoceno o más reciente. No es posible postular esto a menos que se parta de la suposición de que hay un largo intervalo entre el comienzo de la creación (la mayor parte de los sedimentos inferiores contienen algunos fósiles) y el diluvio. La descripción del Génesis no sugiere esto. Tampoco hay lugar cerca de la cúspide de la columna geológica para señalar con precisión el diluvio mundial en el cual "todos los montes altos que había debajo de todos los cielos, fueron cubiertos" (Gén. 7: 19). Algunos han postulado un diluvio local. Sin embargo, un diluvio local de esa naturaleza no concuerda con la descripción dada en el Génesis, y parece irrazonable la preparación de una enorme arca construida para preservar animales terrestres limpios e inmundos cuando habría una cantidad grande de ellos en las zonas no inundadas.
La columna geológica muestra diferentes clases de seres vivientes en diferentes niveles (Sección IV-E). Los evolucionistas explican que esto representa una secuencia evolutiva. Sin embargo, faltan los eslabones intermediarios que debieran existir, y parece que nunca hubiera sucedido la macroevolución (véase el artículo precedente). Los creacionistas atribuyen al diluvio las diferencias en la flora y la fauna en los diferentes niveles en la columna geológica (Sección VI-C). Si se le asigna mucho tiempo a la columna geológica, es necesario tratar con diferentes clases de seres vivientes en diferentes tiempos (niveles). Esto implica evolución o una serie de creaciones en diferentes tiempos (creación progresiva) (Ramm 1956, pág. 226). Este último concepto no concuerda con el Génesis ni con las palabras más directas de Dios en el cuarto mandamiento: "Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay" (Exo. 20: 11). ¿Sería posible que el Dios que se describe en la Biblia como un Creador veraz, fiel y justo, nos engañara cuando nos dio los Diez Mandamientos? ¿Es posible postular un Dios que crearía vida en una serie de creaciones o mediante un proceso de evolución, a través de largos períodos, y luego nos dijera que lo hizo en siete días? Esto parece enteramente en discordancia con el carácter del Dios veraz que se describe en la Biblia (Isa. 45: 19; Tito 1: 2).


B. Modelos *
Poco esfuerzo se ha hecho para amalgamar en un modelo abarcante la nueva información de la geología y de la revelación. Debe tenerse precaución, porque algunos de los datos usados son provisorios. Sin embargo, también hay una abundancia de datos más objetivos que deberían ser tomados en cuenta por cualquiera que tratara de ensamblar las informaciones de la revelación y las de la ciencia. Es de esperar que se lleve a cabo esa síntesis. Por ahora, sólo pueden darse algunas sugerencias provisorias.


1.Modelo basado en el hundimiento de los continentes.-
Este concepto es básicamente simple (Fig. 3). Supone que antes del diluvio la capa subyacente de los continentes era granito tal como la de ahora. (Sección V- A). El espesor término medio de las bases de granito era menor de lo que es ahora, por lo que las montañas eran más bajas de lo que son ahora. Y habría abundado más el granito, lo que habría dado como resultado mares más pequeños, algunos en diferentes niveles, como ocurre ahora en la tierra (por ejemplo, el mar Caspio y el Gran Lago Salado). Algunos de esos mares estaban ubicados en la base granítico de los continentes, al paso que los mares más bajos y más extensos tenían un lecho de basalto, como tienen los océanos de hoy en día (Figs. 2 y 3). Había mucha agua oculta en la tierra (Sección III). El movimiento de la astenosfera en la profundidad de la tierra, concepto básico de la teoría de tectónica de placas, (Fig. 2) podría emplearse para explicar un diluvio de alcances mundiales. Iniciado por la intervención divina, un desplazamiento gradual de esta astenosfera desde debajo de los continentes hasta debajo de los océanos habría hecho que los continentes se hundieran y los océanos se elevaran. Cuando el lecho del mar alcanzó un nivel por encima de los continentes, los sedimentos marinos abisales habrían sido llevados hasta una parte más baja de los continentes en proceso de hundimiento. Esto estaría en consonancia con la declaración de E. G. de White que dice: "Arcilla, cal y caparazones que Dios había esparcido en el fondo de los mares fueron elevados y arrojados de acá para allá" (White 1886). El diluvio no aconteció súbitamente (Sección III), y a medida que las aguas subían lentamente, destruían gradualmente el panorama fisiográfico 92 prediluviano creando así algún orden en los depósitos. El agua provino de mares prediluvianos, de adentro de la tierra ( "las fuentes del grande abismo", Gén. 7: 11) y de la lluvia que quizá procedió en parte de volcanes. El vapor de agua es el principal constituyente de los gases volcánicos. Puesto que hay evidencias de actividad ígnea y de la formación de montañas en toda la columna geológica, en ocasión del diluvio debe haber habido actividad volcánica, intrusión de rocas ígneas y un levantamiento relativo de zonas locales. Las corrientes de turbidez deben haber sido comunes.
Después de que toda la tierra había sido cubierta con agua, mediante la intervención divina podría haberse iniciado la reversión del proceso descrito. Los continentes, siendo más livianos, se habrían levantado entonces y los mares se habrían hundido, cada uno hasta su nivel normal posterior. Esto habría acontecido durante la última parte del diluvio. Un gran viento habría secado algunos de los sedimentos, y aun habría derribado algunas de las cumbres de las montañas (White 1890, pág. 98). Durante esta última parte del diluvio, los intercambios de la astenosfera y la litosfera habrían producido el lecho actual de los mares y la forma de los continentes de acuerdo con el concepto de las placas tectónicas (Sección V-A), pero a un ritmo más rápido. Los continentes resultantes habrían sido más pequeños, con una base granítica más gruesa para sostener una carga más pesada de sedimentos y una topografía más pronunciada (White 1947, pág. 20). Los cambios en la corteza terrestre habrían continuado por mucho tiempo después de que Noé salió del arca, haciendo que disminuyeran gradualmente hasta llegar a los niveles actuales. Una gran cantidad de cenizas volcánicas en la atmósfera podría haber reducido la temperatura al impedir la llegada de parte de la energía radiante del Sol (Brooks 1949, pág. 208). Esta reducción podría haber contribuido a la formación de extensas glaciaciones, especialmente en los polos.
Este modelo provisorio podría ser considerado como un esquema para investigaciones futuras.


2. Modelo de la inversión de continentes y océanos.-
Este concepto presupone que durante el diluvio las partes de la corteza de la tierra que ocupaban los niveles más altos fueron llevadas por el agua a los mares prediluvianos. Se postula que esos mares eran más pequeños que los actuales. A medida que las lomas más elevadas desaparecían debido a la erosión de las lluvias y las aguas del diluvio, algunas fuerzas isostáticas (movimientos verticales de la corteza de la tierra como resultado de cambios de carga) las habrían hecho elevarse, facilitando una erosión posterior, al paso que sedimentos de mayor espesor se acumulaban en los océanos prediluvianos. Finalmente, los "continentes" prediluvianos habrían desaparecido completamente debido a la erosión mientras que los sedimentos más profundos de los mares estaban sometidos a un metamorfismo (véase Sección IV-B). La absorción de la parte inferior de estas zonas de depósitos (mares) dentro del magma blando del interior de la tierra habría hecho que fueran menos densas las partes que quedaban, y los movimientos isostáticos habrían ocasionado su elevación y habrían formado los continentes actuales. El resultado habría sido una inversión de los mares y continentes prediluvianos. Estos acontecimientos habrían estado acompañados de una gran actividad volcánica, lo que explicaría algo de la difundida abundancia del basalto que ahora se encuentra sobre la corteza sedimentaria de la tierra y dentro de ella. El desplazamiento de estos nuevos continentes podría haber producido la forma actual de la distribución continental y la estructura del lecho de los océanos. Sin embargo, esa traslación y los movimientos isostáticos habrían ocurrido a un ritmo mucho más rápido que el que ahora supone la mayoría de los geólogos. 93
Muchos de los detalles de esta teoría de la inmersión (Sección VII-B-1), tales como el vulcanismo, la glaciación, las corrientes magnéticas de turbidez, etc., pueden coincidir con el modelo de inversión. La destrucción completa de los continentes prediluvianos, supuesta por el modelo de inversión, no parece concordar con lo que sugiere E. G. de White de que algunas partes de los continentes fueron menos afectadas que otras: las montañas se fragmentaron y se hicieron escabrosas y no se destruyeron, y las planicies (no los océanos) se convirtieron en montañas (White 1890, pág. 98).


3. Otras ideas.-
A fines del siglo XIX existió la teoría de que la tierra se contrajo al enfriarse, produciendo cadenas de montañas por plegamientos, proceso similar a las arrugas de una manzana que se seca. Esa idea llegó a ser un dogma geológico, pero ya ha dejado de ser popular. Tiene algunas posibilidades interesantes para el modelo de diluvio, especialmente en lo que se refiere al origen de los plegamientos cordilleranos y al surgimiento de continentes, debido a que adquirió mayor espesor la corteza de la tierra cuando ésta se encogió.
Una hipótesis más osada, la de la expansión de la tierra, ha recibido más atención desde que surgió la teoría de la tectónica de placas. Si bien en la actualidad la mayoría de los geólogos rechazan esa idea, en las publicaciones científicas se persiste en darle apoyo (Carey 1975; Stewart 1976). Queda todavía por verse lo que las investigaciones científicas del futuro puedan revelar en cuanto a este concepto, o hasta qué grado, si es que existió, pudo haber ocurrido esa expansión. Esta teoría tiene algunas características de interés para el creacionista, y es una posibilidad que no debiera ser excluida arbitrariamente. Podría relacionarse con el tercer día de la creación (Gén. 1: 9-10) o con el fin del diluvio, como la causa de la separación de los continentes y la formación de nuestros océanos actuales.
Estas ideas son meras especulaciones, pero presentan posibilidades interesantes. No son aceptadas generalmente, y sin embargo hace sólo unos pocos años la idea de la deriva continental era considerada incorrecta.


4. Conclusiones.-
Es obvio que los modelos presentados no pueden ser todos correctos, pero podrían relacionarse mutuamente. Hay un elemento del modelo de la inversión en el modelo del hundimiento, en vista de lo que sucedió a los mares prediluvianos ubicados encima de la corteza granítico (Fig. 3). Una moderada expansión y contracción de la tierra podrían haber estado implicadas en cualquiera de esos modelos. Lo que sucedió realmente podría coincidir en parte con cada uno de los modelos aquí tratados y de otros todavía no propuestos. Con frecuencia la verdad no es tan simple como nuestros intelectos limitados tienden a hacerla.


C. La secuencia de los fósiles y el diluvio
Los tipos de seres vivientes encontrados en la columna geológica (Fig. 1) indican que los que ahora se consideran como las formas más completas de vida no aparecen en las partes inferiores. La configuración general de la distribución de los fósiles en los sedimentos es explicada por muchos creacionistas sobre la base de una secuencia natural, ecológica, cuando fueron sepultados por el diluvio. Se postula que antes del diluvio la distribución de las plantas y de los animales variaba de un lugar a otro como varia ahora. Esto se advierte fácilmente en las zonas montañosas donde las plantas y los animales de un nivel más bajo con frecuencia son muy diferentes de los animales de un nivel más alto de la misma región.
Al considerar cómo el diluvio puede haber causado la secuencia que se encuentra en el registro de los fósiles, es necesario hacer la diferencia entre las pequeñas inundaciones locales con las cuales estamos familiarizados y un suceso de alcances 94 mundiales insólito como el que se describe en el Génesis. Con frecuencia pensamos en una inundación que arrastra sedimentos de una zona más alta hasta una más baja y los mezcla más o menos desordenadamente. Dentro de los alcances de una inundación mundial, el proceso no sería tan desordenado. Como resultado habría una secuencia a medida que se elevaran gradualmente las aguas de la inundación y destruyeran los diversos paisajes prediluvianos con sus seres vivientes peculiares. Se esperaría que hubiera grandes olas durante una catástrofe tal. E. G. de White se refiere a que el arca era arrojada de una ola a otra (White 1890, pág. 88) y añade que "árboles, edificios, rocas y tierra eran lanzados en todas direcciones" (Id., pág. 87). Una ola de 3 m puede producir una presión de 70 gramos por cm². Con frecuencia las corrientes de turbidez (Sección V-B) llevarían sedimentos a las zonas más bajas depositando una capa encima de la otra de una manera más o menos ordenada, tal como se observa en muchas de las secuencias sedimentarias de la corteza terrestre. El orden de los fósiles en estas secuencias en cierta medida reflejaría el orden de las tierras erosionadas, destruidas por la elevación gradual de las aguas. Esta idea, a la que se hace referencia como a la "teoría de la zonificación ecológica", fue desarrollada por H. W. Clark. La figura 4, tomada de su libro (Clark 1946), ilustra un supuesto paisaje prediluviano. Si un paisaje tal hubiera sido destruido por el diluvio tal como ya fue descrito, se obtendría la secuencia que ahora encontramos en el registro de los fósiles. (Véase el diagrama de las págs. 96 y 97.)
A la izquierda están los períodos geológicos. El diagrama muestra típicas formas de vida de cada división, dispuestas en orden, tal como aparecerían en un panorama antiguo. Puede verse cómo las zonas de vida (o biológicas) reemplazan a las divisiones del tiempo.
La sugerencia de una secuencia evolutiva progresiva en la columna geológica igualmente podría indicar que en la superficie prediluviana del planeta diversas clases de seres vivientes eran característicos de diversas alturas. Esto es algo similar a lo que ocurre ahora. Por ejemplo, no encontramos águilas y vacas en el fondo de los océanos.
A veces hay una tendencia a simplificar demasiado la hipótesis de la zonificación ecológica igualando la distribución ecológica actual con la que existía antes del diluvio. El registro de los fósiles no permite esto. Por ejemplo, en la actualidad los seres vivientes marinos casi exclusivamente están al nivel del mar o más abajo. Cuando miramos la secuencia de los fósiles, encontramos una abundancia de plantas terrestres en el carbonífero, generalmente diferentes de las que ahora existen. Más arriba, en el pérmico, encontramos por encima de esas plantas terrestres organismos marinos en abundancia, con frecuencia diferentes de los que están más abajo. Esta disposición se repite otra vez en el mesozoico. Una disposición similar no se encuentra en la actual superficie de la tierra. Suponiendo que los mares prediluvianos hubieran estado ubicados en diferentes niveles (Figs. 3 y 4), se podría explicar su secuencia sobre la base de una diferente distribución ecológica prediluviana. Una segunda alternativa es la hipótesis de que hubiera habido levantamiento y/o hundimiento de algunas de las zonas ecológicas singulares, antes de la destrucción ocasionada por la subida de las aguas que habría cambiado la secuencia normal. Naturalmente, admitimos que también podrían sugerirse otros modelos.
El grado de singularidad de los fósiles en diferentes niveles de la columna geológica y la amplia distribución de algunos de esos tipos fósiles hace que el modelo de zonificación ecológica sea la mejor explicación general para la secuencia de los fósiles, si se acepta el concepto de un diluvio. Esto también explica la presencia del 95 "fósil índice".* Otros factores que se han usado para explicar la secuencia de los fósiles incluyen una selección provocada por la gravitación (los seres vivientes más pesados se hundieron más profundamente durante el diluvio), la capacidad de locomoción (los seres vivientes más movibles escapaban a las alturas mayores durante el diluvio), y las características de flotación. No hay duda de que estos factores serían significativos, en cierta medida, durante el diluvio, pero es sumamente dudoso que uno solo de los factores pudiera explicar todas las secuencias de fósiles. Quizá las causas fueron una combinación de la distribución ecológica original, una selección, la capacidad de locomoción y de flotación.
El modelo de zonificación ecológica supone una ecología prediluviana diferente de la actual. Se supone que el diluvio debiera haber alterado grandemente la ecología de la tierra. Los datos paleontológicos indican un pasado muy diferente del actual. Por ejemplo, las temperaturas del pasado pueden ser estimadas en base de organismos fósiles de clima cálido o frío. La zona de clima cálido de la tierra parece haber sido mucho más amplia en el pasado (Menzies y colaboradores, 1973, pág. 350). Brooks (1949, pág. 204) estimaba que la temperatura pasada de las regiones continentales que ahora están entre las latitudes 40º-90º norte, por término medio tenían una temperatura 7º C más cálida que la actual a través de todo el cámbrico y el mioceno. ¡Indudablemente el pasado es la clave del pasado!
Como se ha indicado en la Sección VI-A, por lo general los creacionistas incluyen en el diluvio la mayor parte de aquella porción de la columna geológica que contiene fósiles (fanerozoico). Sería deseable poder afirmar dónde comenzó y terminó el diluvio en la columna geológica. Sin embargo, una afirmación tan sencilla no debería esperarse para un acontecimiento tan complejo como el diluvio. En una parte del mundo los últimos depósitos efectuados por el diluvio pueden haber sido del tipo jurásico sin tener ningún depósito encima, mientras en otros lugares pueden haber sido del tipo del mioceno. El mioceno quizá represente el último período del diluvio, puesto que hay significativos cambios climáticos y de fósiles en este punto de la columna geológica. El comienzo del diluvio también podría ser difícil de definir, puesto que podrían haber existido algunas fosilizaciones antes del diluvio. Ciertamente, éste sería el caso si hubiera arrecifes de coral. Estas estructuras consisten principalmente en fósiles. Se habrían destrozado en el diluvio, habrían sido transportadas y vueltas a depositar formando fósiles que fueron nuevamente depositados. El cámbrico podría representar el comienzo de la actividad del diluvio en muchas zonas, al paso que en otras partes el comienzo puede haber sido a un nivel superior o inferior.
Se ha informado la existencia de algunos fósiles raros de gusanos y medusas en el precámbrico superior. Esos fósiles podrían representar depósitos prediluvianos o diluvianos. No está bien definido el límite entre el cámbrico y el precámbrico (Cowie y Glaessner 1975; Stanley 1976). Son raros los fósiles del precámbrico, y entre ellos hay una cantidad cuya identificación es dudosa o ha sido rechazada (por ejemplo, Cloud 1973; Knoll y Barghoorn 1975). Los estromatolitos, estructuras que se supone que han sido producidas por algas, son bastante abundantes en algunos sedimentos del precámbrico. Algunos de ellos están bien abajo en los sedimentos del precámbrico (Mason y Von Brunn 1977). Si se comprobara que esto es una evidencia real de vida pasada, representarían depósitos prediluvianos, o sería necesario trasladar el comienzo del diluvio a un nivel mucho más bajo del que generalmente aceptan los creacionistas, que con frecuencia lo ubican en el paleozoico inferior.


D. Evidencias del diluvio del Génesis
Puesto que el diluvio, tal como se lo describe en las Escrituras, fue un acontecimiento singular, es difícil establecer un modelo hipotético de su desarrollo. Debido a que lo mismo puede decirse de algo que nunca ocurrió, ésta no es una razón válida para negar que ocurriera el diluvio. Un sistema lógico de investigación debiera admitir acontecimientos singulares. Al paso que no es posible obtener evidencias directas del diluvio, una catástrofe inmensa de tales proporciones debiera dejar evidencias circunstanciales abundantes en apoyo de su existencia.


1. Distribución de los sedimentos marinos.-
Una característica singular de las capas de sedimento que están sobre la tierra es que la cubierta sedimentaria de los continentes tiene un espesor cuyo promedio es unas cinco veces mayor (1,5 km.) que el grosor de la cubierta que se encuentra en el lecho de los océanos (Fig. 1). Algunos de los sedimentos originalmente llevados al océano por los ríos pueden haber sido absorbidos por un proceso de inmersión que hace penetrar la litosfera dentro del manto (Sección V-A). Sólo se puede conjeturar cuánto fue lo que podría haber sido inmerso. Para la cuestión de un diluvio de alcances mundiales, es más importante el hecho de que más o menos un tercio de los sedimentos que están sobre los continentes contienen fósiles marinos, y por lo tanto se originaron en el mar. Esto concuerda bien con la idea del levantamiento de sedimentos marinos dada por E. G. de White (Sección III). Una inferencia interesante es que en la actualidad los sedimentos del océano son escasos porque se han acumulado tan sólo a partir de las últimas etapas del diluvio y después de él. Los sedimentos marinos de los continentes representan lo que había en los océanos antes del diluvio. Los geólogos que no creen en una catástrofe de alcance mundial, como el diluvio, por lo general explican la presencia de abundantes depósitos marinos en los continentes suponiendo que extensas zonas de los continentes acumularon depósitos marinos mientras estaban debajo del nivel del mar durante largos períodos (por ejemplo, Brooks 1949, pág. 206; Sloss y Speed 1947). Esta idea no se ha librado completamente de desafíos (Wise 1972). La idea de continentes ubicados a un nivel inferior en lo pasado es similar al primer modelo que ya presentamos (Sección VI-B-1), según el cual los continentes se hundieron durante el diluvio. Si esto no se toma en cuenta, la gran abundancia y amplia distribución de depósitos marinos en los continentes resulta insólita, a menos que se acepte un diluvio como el del Génesis.


2. Abundancia en los continentes de depósitos terrestres singulares.-
La abundancia en los continentes de depósitos sedimentarlos singulares que contienen fósiles terrestres es una evidencia de una acción catastrófica sufrida por los continentes que no admite analogías en el presente. En el suroeste de los Estados Unidos, el conglomerado Shinarump del triásico, que pertenece a la formación Chinle, es un ejemplo notable de conglomerado fosilífero que contiene madera. Este conglomerado, que ocasionalmente se convierte en arenisca de grano grueso, por lo general tiene menos de 30 m de espesor, pero ocupa casi 250.000 km² (Gregory 1950). Esto sugiere que se necesitaron fuerzas mucho mayores que las actuales para esparcir un depósito continuo y grueso, como es éste, sobre una zona tan amplia. Es difícil imaginarse que actividades sedimentarias locales, tal como lo pretenden algunos, pudieran producir semejante continuidad. Conglomerados que se presentan en la base de otras formaciones muestran la misma evidencia.
La naturaleza amplia, continua y singular de muchas formaciones también indica una extensa deposición en una escala que sugiere un diluvio mundial. Por ejemplo, la 99 formación Morrison, jurásica, multicolor y con fósiles de dinosaurios, en el oeste de los Estados Unidos, se extiende desde Kansas hasta Utah y desde el Canadá hasta Nuevo México (Hintze 1973). Sin embargo su espesor por término medio es sólo de unos 150 m. Estas amplias formaciones, de las cuales podría presentarse una extensa lista, reflejan una continuidad de deposición lateral en una escala desconocida en la actualidad. Muchos geólogos las explican como un conjunto de características sedimentarias locales. De nuevo es sumamente difícil imaginar fenómenos de sedimentación local que produjeran esas formaciones relativamente delgadas pero amplias y continuas. Uno también se pregunta cómo pudo haber sido tan uniforme una actividad local durante los largos períodos supuestos para la deposición de las formaciones. Los datos concuerdan mejor con la idea de un diluvio catastrófico como el que se describe en el Génesis.


3. Menor limitación territorial en el registro de los fósiles.-
La ubicación en zonas determinadas (localización de distribución) de seres vivos es mucho mayor ahora que en el registro de los fósiles. En otras palabras, las especies fósiles aparecen mucho más esparcidas en la superficie de la tierra que las especies vivas. Muchos paleontólogos se han referido a esta diferencia (por ejemplo Sohl 1969; Barghoorn 1953; Valentine y Moores 1972; Valentine 1973). Se espera menor localización de fósiles en un diluvio de alcances mundiales en el cual tuvieron que ocurrir algunos esparcimientos laterales de seres orgánicos. Esto también podría haber sido el resultado de condiciones climáticas más uniformes en la tierra original (White 1890, pág. 46; 1947, pág. 46). En cualquiera de estos casos, los datos confirman la descripción dada mediante la inspiración divina.


4. Turbiditas.-
El nuevo concepto de rápida sedimentación por agua, provocada por corrientes de turbidez, tratado en la Sección V-B, concuerda bien con una catástrofe tal como el diluvio del Génesis. Sólo el tiempo dirá qué proporciones de los sedimentos se identificarán finalmente como depósitos de turbiditas. Las turbiditas con frecuencia son complejas, no siempre se sedimentan granulométricamente, y a veces no se pueden identificar. Dott (1963) identifica "algo menos del 50 por ciento" de turbiditas en algunos sedimentos de la cuenca de Ventura, en California. En una sección que abarca desde el devónico hasta el eoceno, del noroeste de los Estados Unidos, él estima que el 30 por ciento son turbiditas sedimentadas granulométricamente, 15 por ciento son rocas calcáreas, 15 por ciento volcánicas, y 40 por ciento son de origen incierto.
Es posible postular corrientes de turbidez en grandes lagos y sobre porciones continentales sumergidas, y luego suponer la intervención de largos períodos de tiempo. Pero el número creciente de depósitos en los continentes que se identifica como turbiditas, indica actividad subacuática en una escala que correspondería con el diluvio y que no concuerda con los procesos actuales de sedimentación en los continentes.


5. Escasez de características de erosión en las discordancias.-
Las discordancias que representan "hiatos"* provocados por el tiempo en el registro geológico son frecuentes en muchas secuencias sedimentarias. Esos hiatos de tiempo extenso debieran mostrar los efectos del tiempo. La erosión durante esos largos hiatos debiera ser evidente, y a veces debiera haberse preservado, al quedar sepultadas esas características debajo de un nuevo ciclo de sedimentación. La falta casi completa en las discordancias de las características principales de la erosión, tales como los 100 numerosos cañones que ahora vemos en la superficie de la tierra, sugiere poco tiempo entre los ciclos de sedimentación, tal como podría esperarse en un diluvio. Existen pocos cañones fósiles* (por ejemplo, Cohen 1976), pero su casi completa ausencia en todos los sedimentos antiguos comparada con su actual abundancia en la superficie de la tierra apoya el concepto de que la deposición de los sedimentos en el pasado fue rápido y dio poco tiempo para la erosión.
Algunos geólogos han usado el concepto de las penillanuras en un esfuerzo por explicar la ausencia de características grandes de erosión en las discordancias. Las penillanuras son consideradas como superficies amplias erosionadas de bajo relieve. La secuencia singular de acontecimientos requeridos para producir penillanuras (Thornbury 1969, págs. 185-188) ha inducido a muchos a poner en duda este concepto (por ejemplo, Holmes 1965, pág. 575; Foster 1971, pág. 65). Si las penillanuras son una característica común del registro de los fósiles, debería haber ejemplos modernos. Sin embargo, Bloom (1969, pág. 98) pone en duda la existencia de penillanuras modernas.
Parece evidente que las características de las discordancias en el registro geológico apoyan la acumulación relativamente continua requerida por un modelo del diluvio.


VII. TEMAS SELECTOS RELACIONADOS CON LA GEOLOGÍA DILUVIAL


A. Origen de los sedimentos
Hay una apreciable cantidad de rocas sedimentarias en la superficie de la tierra. Debido a que a menudo contienen fósiles, se supone que muchas de ellas se han depositado durante el diluvio (Sección VI-A). En algunas regiones de la tierra no hay sedimentos, al paso que en otras partes los sedimentos alcanzan una profundidad de cerca de 16 km. Se estima que el espesor promedio es de unos 800 m (Blatt 1970; Pettijohn 1975). Considerando el tamaño de la tierra, ésta es "sólo una capa superficial delgada" (Pettijohn 1975) que en un globo común de 30 cm estaría representada por una capa de menos de la cuarta parte del grueso de una hoja de papel común. El término medio de erosión necesaria durante el diluvio para producir este sedimento se aproximaría al promedio de espesor de los sedimentos, menos la cantidad de sedimento proveniente de otros factores que no son erosivos, tales como: 1) Las materias volcánicas expelidas, 2) los sedimentos precámbricos que podrían no estar relacionados con el diluvio (véase la Sección VI-C), 3) algo de la erosión a partir del diluvio y 4) el material sedimentario que puede haber aflorado con las fuentes del gran abismo (White 1890, pág. 87). Estos factores podrían reducir el promedio de la profundidad estimada de la erosión durante el diluvio hasta aproximadamente la mitad (400 m). Esta cifra es bastante razonable, considerando que durante una inundación de 1883, el arroyo Kanab de Utah (Estados Unidos) abrió una hendedura de unos 80 m de ancho y una profundidad de 15 m, en menos de 8 horas (Gilluly y colaboradores, 1968, pág. 218; véase también Bruhm 1962).
Las diferentes clases de sedimentos provendrían de diferentes orígenes. La arcilla y la cal de los océanos (Sección III) darían lugar a algunos esquistos (provenientes de la arcilla) y a la mayoría de las rocas calizas (provenientes de la cal). Las areniscas, que con frecuencia no contienen fósiles, podrían haber procedido de las fuentes del gran abismo o de los sedimentos del precámbrico, que no tienen fósiles y que existían antes del diluvio. Esos sedimentos también habrían sido el origen de otros depósitos 101 diluviales. La hulla y el petróleo habrían provenido de la vegetación que crecía antes del diluvio.* "Los grandes bosques enterrados en la tierra cuando ocurrió el diluvio, convertidos después en carbón, forman los extensos yacimientos carboníferos y suministran petróleo, sustancias necesarias para nuestra comodidad y conveniencia" (White 1903, pág. 125; véase también 1890, págs. 98, 99). La vegetación prediluviana fácilmente podría haber sido el origen de toda la hulla y el petróleo de la tierra.
Últimamente nos hemos venido dando cuenta de que no hay una reserva ilimitada de este combustible fósil. Los cálculos varían desde 5 a 10 x 10¹² de toneladas métricas de carbón (por ejemplo, Borchert 1951; Reiners 1973). Una cuarta parte de la tierra cubierta por una selva de zona templada de una máxima extensión "normal", (Whittaker 1970, pág. 83) daría 10 x 10¹² de toneladas métricas de carbón, lo que sería suficiente para formar toda nuestra hulla y petróleo. Respecto a esto es interesante lo que E. G. de White describe en cuanto a la vegetación prediluviana cuando afirma que era muy superior a la actual (White 1864, pág. 33; 1890, pág. 24; 1903, pág. 125). Debiera destacarse que las cifras dadas no incluyen el carbono que se encuentra en los esquistos pizarrosos. No parece que E. G. de White se refiera a esto. La cantidad de carbono (no el carbonato de rocas calcáreas, etc.) de los esquistos es de 500 a 1.000 veces mayor que el que se encuentra en la hulla y el petróleo. La cantidad de carbono lo que sería suficiente para formar toda nuestra hulla y petróleo (Rubey 1951; Borchert 1951). Para éste se puede postular otras fuentes de carbón, como ser: 1) el humus antediluviano (Pearl 1963), 2) un origen inorgánico tal como el que ha sido postulado para el petróleo (Porfir'ev 1974), 3) el carbón reducido que podría haber formado parte de la tierra original, tal como ocurre en algunos meteoritos. Se ha pensado en una relación entre la materia orgánica de los meteoritos y los sedimentos (Degens 1964).


B. El tiempo como factor en la sedimentación
Una de las diferencias básicas entre el concepto de un diluvio catastrófico y un proceso de evolución lenta de la tierra es la cantidad de tiempo que transcurrió. La escala geológica de tiempo generalmente aceptada, basada principalmente en una datación radiactiva, es uno de los argumentos más comúnmente usados contra la idea de un diluvio universal. Supone unos 600 millones de años para el fanerozoico y entre 4 y 5 mil millones de años para la edad del planeta Tierra. Una cantidad de características geológicas de la tierra sugieren que esta escala de tiempo no es correcta para los sedimentos. Sirvan los siguientes ejemplos: 1) Parece razonable suponer que la sedimentación siempre se irá efectuando en una cantidad de lugares en toda la tierra, y que a lo menos algunos de los depósitos se preservarán. Si se toman las partes de mayor espesor de las diferentes unidades de sedimentación de la columna geológica, el espesor máximo total obtenido da la cifra sorprendente de 138.000 m (Holmes 1965, pág. 157). Sin embargo, es un espesor sumamente delgado para explicar la supuesta cantidad de tiempo para el modelo evolucionista de la tierra (Ager 1973, pág. 34; véase también la Sección VI- A y Roth 1975). El modelo propuesto en la Biblia reconciliaría esta discrepancia al sugerir una sedimentación mucho más rápida en un tiempo mucho más corto. 2) Concuerda con este razonamiento el ritmo de denudación de los continentes mediante la erosión, que de acuerdo con los ritmos actuales, habría hecho desaparecer los continentes más de veinte veces durante el supuesto tiempo geológico (Dott y Batten 1976, pág. 136; Judson 1968; Gregor 1968). La explicación usual de que las montañas han pasado por repetidos levantamientos que han ocasionado un registro sedimentario continuo, no parece concordar con la presencia persistente de la columna geológica 102 que habría sido erradicada muchas veces si hubieran ocurrido repetidos levantamientos y ciclos de erosión a través de largas épocas. De nuevo el concepto de una sola catástrofe puede resolver el dilema. 3) Una cantidad de remanentes de erosión, que se supone que han sobrevivido a centenares de millones de años de intemperismo con muy poca erosión (Twidale 1976) también sugiere un tiempo más corto del que se acepta generalmente (Roth 1976).


C. Las glaciaciones y el diluvio
Pequeños cambios climáticos pueden producir profundos resultados en la tierra. Sólo se necesita una disminución por término medio de unos pocos grados (1,5º-8º C) para producir una edad de hielo (Plass 1956).
Evidencias de una glaciación se encuentran en una cantidad de lugares en el registro geológico del pasado. Las evidencias más importantes y menos cuestionables de una glaciación pasada se encuentran en el pleistoceno, el permo-carbonífero y el precámbrico. Muchos creacionistas suponen que el pleistoceno, el más importante y menos cuestionable de todos, es un fenómeno de glaciación postdiluviano (Sección VI-B-1). Las evidencias en favor de una glaciación del permo-carbonífero encontradas en el hemisferio sur están cerca de la mitad de la columna geológica y del diluvio, y quizá realmente no representen una glaciación. Crowell (1964) hace una lista de siete posibles interpretaciones para los depósitos que pueden aparecer como depósitos glaciales (tilitas). El más dudoso de los tres depósitos glaciales ya considerados, la glaciación precámbrica, (1) podría no ser una glaciación, o (2) podría representar una glaciación debida a temperaturas que descendieron cuando "tinieblas estaban sobre la faz del abismo" (Gén. 1: 2).


D. El hombre fósil y el diluvio
Se ha hablado de muchos supuestos hallazgos de restos humanos fósiles, o de sus huellas, en depósitos del plioceno. Sin embargo, hasta la fecha no parece que se dispone de ejemplos inequívocos de ellos (por ejemplo, Neufeld 1975). Muchos se preguntan por qué es tan notoria la ausencia de los grandes hombres prediluvianos (Gén. 6: 4) del registro de los fósiles. Varios factores podrán explicar esta indudable ausencia. 1) Los restos de tales hombres que pudieron haber quedado después del diluvio quizá fueron sepultados y desaparecieron. E. G. de White habla de un viento violento que amontonó "árboles, rocas y tierra sobre los cadáveres" (White 1890, pág. 98). 2) Los hombres pueden haber sido poco numerosos en comparación con los animales prediluvianos, y por eso las posibilidades de encontrarlos son reducidas. Hoy en día no son comunes los fósiles de mamíferos. E. G. de White habla de una "enorme población" (White 1890, pág. 92) antes del diluvio, pero en los días de ella esta expresión podría referirse a un número mucho menor en comparación con la población mundial actual. 3) Durante el diluvio, los hombres podrían haber escapado a las más altas elevaciones donde habría sido menos probable que se preservaran siendo sepultados (Sección IV-D). Por eso, se esperaría encontrar pocos fósiles. E. G. de White se ocupa de esa fuga: "La gente huía a las más elevadas montañas en busca de refugio" (White, 1890, pág. 89). Siguiendo el mismo razonamiento, los hombres prediluvianos quizá vivían en las regiones más altas donde las temperaturas (véase Sección VI-C) u otros factores podrían haber sido más favorables. 4) Los hombres pueden haber sido completamente raídos "de sobre la faz de la tierra" (Gén. 6: 7) durante el diluvio. Por lo tanto, se formaron pocos fósiles. Esto está implicado en lo que dice E. G. de White: "La maldición . . . pesó menos... donde había habido menos crímenes" (White 1890, pág. 99). 103
Si bien es cierto que estos factores son mencionados sólo a modo de ensayo, uno o varios de ellos podrían explicar la indudable ausencia o escasez de hombres prediluvianos en los sedimentos de la corteza terrestre.


VIII. CONCLUSIONES


Es digno de notarse cuántas características propias de la condición pasada de la corteza terrestre no coinciden con las condiciones actuales. Muchas de esas principales características se explican mejor dentro del contexto de un modelo diluvial (Sección VII-D), pero los esfuerzos para combinar los datos geológicos con el testimonio de los escritores inspirados se perjudican por la escasez de datos seguros. La Biblia y los escritos de E. G. de White sólo dan unos pocos detalles acerca de los acontecimientos geológicos del pasado. Los cambios actuales en los conceptos geológicos hacen que muchas de las conclusiones deducidas de un estudio de la naturaleza acerca de la historia pasada de la tierra sean sólo de ensayo.
Cuando uno contempla el diluvio del Génesis, que no tiene nada análogo en la actualidad, la tarea de interpretación se presenta como un verdadero desafío, pero es un desafío digno de ser aceptado. Al hacer frente a ese desafío, los creacionistas deberían realizar una obra de la más alta calidad.
Ha habido una gran discordancia entre la interpretación geológica tradicional y el Génesis. Un cuidadoso examen permite tener la confianza de que los datos geológicos que son frutos de la observación directa son compatibles con el Génesis. Una armonía creciente entre los dos libros de Dios, la naturaleza y la Revelación, deberá surgir de la investigación continua de la historia pasada de la tierra.



CBA Tomo I

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"Preparando un pueblo para el encuentro con el Señor

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