Iglesia Adventista del 7º Día - Página de Edgar Huamán Julca

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"In hombre sin principios es un hombre sin valor"

  1. La Palabra de Dios
  2. La Trinidad
  3. Dios El Padre
  4. Dios El Hijo
  5. Dios El Espíritu Santo
  6. La Creación
  7. La Naturaleza del Hombre
  8. La Gran Controversia
  9. La Vida, Muerte y Resurrección de Cristo
  10. La Experiencia de la Salvación
  11. Crecimiento en Cristo
  12. La Iglesia
  13. El Remanente y su Misión
  14. Unidad en el Cuerpo de Cristo
  15. El Bautismo
  16. El Servicio de Comunión
  17. Dones y Ministerios Espirituales
  18. El Don de Profecía
  19. La Ley de Dios
  20. El Día de Reposo
  21. La Mayordomía
  22. Ética Cristiana
  23. El Matrimonio y la familia
  24. El Ministerio de Cristo en El Santuario Celestial
  25. La Segunda Venida de Cristo
  26. La Muerte y la Resurrección
  27. El Milenio y El Fin del Pecado
  28. La Tierra Nueva

Material Complementario

1 . La Palabra De Dios

Las Sagradas Escrituras compuestas del Antiguo y Nuevo Testamento, son la Palabra de Dios escrita, otorgada por inspiración divina mediante hombres santos de Dios que hablaron y escribieron movidos por el Espíritu Santo. En su palabra, Dios ha transmitido al hombre el conocimiento necesario para la salvación. Las Sagradas son una revelación infalible de su voluntad. Son la norma de carácter, la prueba de la experiencia, la autoridad reveladora de las doctrinas, y el registro fidedigno de los hechos de Dios en la historia.

Textos que la sustentan:

 

2. La Deidad

Hay un Dios: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, La unión de tres personas co-eternas. Dios es inmortal, todopoderoso, omnisapiente; está por encima de todo y de todos, y es omnipresente. Es infinito y está por encima de la comprensión humana; sin embargo se lo puede conocer por medio de su autorregulación. Es para siempre digno de que toda la creación le rinda alabanza, adoración y servicio.

 

3.- Dios El Padre

Dios el Padre Eterno, es el creador, la fuente, el Sustentador y el Soberano de toda la creación. Es justo y santo, misericordioso y bondadoso, lento para la ira, y lleno de invariable amor y fidelidad. Las cualidades y poderes que se revelan en el hijo y el Espíritu Santo son también revelaciones del Padre.

 

4.- Dios El Hijo

Dios el hijo eterno se encarnó en Jesucristo. Por medio de El todas las cosas fueron creadas, se revela el carácter de Dios, se cumple la salvación de la humanidad, y el mundo es juzgado. Siendo para siempre verdaderamente Dios, también se convirtió verdaderamente en hombre, en Jesús, el Cristo. Fue concebido por el Espíritu Santo y nació de la Virgen María. Vivió y experimentó tentaciones como ser humano, pero ejemplificó perfectamente la justicia y el amor de Dios. Por sus milagros manifestó el poder de Dios y fue confirmado como el Mesías prometido de Dios. Sufrió y murió voluntariamente en la cruz por nuestros pecados, y en lugar nuestro fue levantado de los muertos, y ascendió para ministrar en el Santuario Celestial en nuestro favor. Volverá en gloria para realizar la liberación final de su pueblo y la restauración de todas las cosas.

 

5.- Dios El Espíritu Santo

Dios el Espíritu eterno estaba activo con el Padre y el Hijo en la creación, la encarnación y la redención. Él inspiró a los autores de la Escritura. Él llenó la vida de Cristo con poder. Él atrae y convence a los seres humanos; y a los que responden a su llamado, los renueva y transforma a la imagen de Dios. Fue enviado por el Padre y el Hijo para estar siempre con sus hijos, y le concede a la iglesia dones espirituales, la capacita para dar testimonio a favor de Cristo, y en armonía con las Escrituras, la lleva a toda la verdad

 

6.- La Creación

Dios es el creador de todas las cosas, y ha revelado en la Escritura la descripción auténtica de su actividad creadora. En seis días hizo el Señor “los cielos y la tierra” así como todo lo que tiene vida sobre la tierra, y reposó en el séptimo día de esa primera semana. Estableció así el sábado como un recordativo perpetuo de su obra creadora completa. El primer hombre y mujer fueron hechos a imagen de Dios, como la obra cumbre de la creación; se les concedió dominio sobre el mundo, y se les encargó que cuidasen de él. Cuando el mundo estuvo terminado, fue declarado “muy bueno”, y revelaba la gloria de Dios.

 

7.- La Naturaleza Del Hombre

Nuestros primeros padres fueron hechos a la imagen de Dios, con individualidad, la capacidad y libertad de pensar y obrar. Si bien fueron creados como seres libres, cada uno es una unidad indivisible de cuerpo, mente y espíritu, dependiente de Dios para la vida, la respiración y todo lo demás. Cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, negaron su dependencia de él y cayeron de su elevada posición que ocupaban bajo la autoridad de Dios. La imagen de Dios en ellos fue dañada, y pasaron a estar sujetos a la muerte. Sus descendientes comparten esta naturaleza caída y sus consecuencia. Nacen con debilidades y tendencias al mal. Pero Dios en Cristo reconcilió el mundo a sí mismo, y por su Espíritu restaura en los mortales penitentes la imagen de su Hacedor. Creados para la gloria de Dios, se los llama a amar a su Creador y los unos a los otros, y a cuidar de su ambiente.

 

8.- La Gran Controversia

Toda la humanidad se halla ahora envuelta en una gran controversia entre Cristo y Satanás acerca del carácter de Dios, su ley, y su soberanía sobre el universo. Este conflicto se originó en el cielo, cuando un ser creado, dotado de libertad de elección, al exaltarse a sí mismo se convirtió en Satanás, el adversario de Dios y condujo a la rebelión a una porción de los ángeles. Introdujo el Espíritu de rebelión en este mundo cuando hizo caer en el pecado a la primera pareja. Este pecado humano produjo la distorsión de la imagen de Dios en la humanidad, el desorden en el mundo creado, y su eventual devastación por medio del Diluvio universal. Observado por toda la creación, este mundo se convirtió en la arena del conflicto universal, en el cual el Dios de amor será finalmente vindicado. Con el fin de socorrer a su pueblo en esta controversia, Cristo envía el Espíritu Santo y los ángeles leales para guiarlos, protegerlos y sostenerlos en el camino de la salvación.

 

9.- La Vida, Muerte y Resurrección de Cristo

Los Adventistas del Séptimo Día creen en la vida de perfecta obediencia a la voluntad de Dios que vivió Cristo. En sus sufrimientos, su muerte y resurrección, Dios proveyó el único medio de expiar el pecado de la humanidad, de modo que los que aceptan por fe esta expiación pueden tener vida eterna, y toda la creación puede comprender mejor el infinito y santo amor del Creador. Esta expiación perfecta vindica la justicia de la ley de Dios y la benignidad de su carácter, por cuanto condena nuestro pecado y hace provisión para nuestro perdón. La muerte de Cristo es substitutiva y expiatoria, capaz de reconciliar y transformar. La resurrección de Cristo proclama el triunfo de Dios sobre las fuerzas del mal, y para los que aceptan la expiación, les asegura la victoria final sobre el pecado y la muerte. Proclama el señorío de Jesucristo, ante el cual se doblará toda rodilla tanto en el cielo como en la tierra.

 

10.-  La Experiencia De La Salvación

Los Adventistas del Séptimo Día Creen que: En su infinito amor y misericordia, Dios hizo que Cristo, que no conoció pecado, fuese hecho pecado por nosotros, con el fin de que pudiésemos ser hechos justicia de Dios en él. Guiados por el Espíritu Santo, sentimos nuestra necesidad, reconocemos nuestra pecaminosidad, nos arrepentimos de nuestras transgresiones, y ejercemos fe en Jesús como Señor y Cristo, como sustituto y ejemplo. Esta fe que recibe la salvación viene por medio del poder divino de la palabra, y es el don de la gracia de Dios. Por medio de Cristo somos justificados, adoptados como hijos e hijas de Dios, y librados de la tiranía del pecado. Por medio del Espíritu nacemos de nuevo y somos santificados; el Espíritu renueva nuestras mentes, escribe la ley de amor de Dios en nuestros corazones, y nos concede el poder de vivir una vida santa. Al permanecer en él, llegamos a ser participantes de la naturaleza divina y recibimos la seguridad de la salvación ahora y en el juicio.

 

11.- Crecimiento en Cristo

Por su muerte en la cruz, Jesús triunfó sobre las fuerzas del mal. Él, que durante su ministerio terrenal subyugó los espíritus demoníacos, ha quebrantado su poder y asegurado su condenación final. La victoria de Jesús nos da la victoria sobre las fuerzas del mal que aún tratan de dominarnos, mientras caminamos con él en paz, gozo y en la seguridad de su amor. Ahora, el Espíritu Santo mora en nosotros y nos capacita con poder. Entregados continuamente a Jesús como nuestro Salvador y Señor, somos libres de la carga de nuestras acciones pasadas. Ya no vivimos en las tinieblas, ni en el temor de los poderes malignos, ni en la ignorancia y falta de sentido de nuestro antiguo estilo de vida. En esta nueva libertad en Jesús, somos llamados a crecer a la semejanza de su carácter, manteniendo diariamente comunión con él en oración, alimentándonos de su Palabra, meditando en ella y en su providencia, cantando sus alabanzas, reuniéndonos juntos para adorar, y participar en la misión de la iglesia. Al darnos en amoroso servicio a aquellos que nos rodean y al dar testimonio de su salvación, Cristo, en virtud de su presencia constante con nosotros por medio del Espíritu, transforma cada uno de nuestros momentos y cada una de nuestras tareas en una experiencia espiritual.

 

Textos que la sustentan:

Salmos 1:1,2; 23:4; 77:11,12; Colsenses 1:13,14;  2:6,14,15;  Lucas 10:17-20; Efesios 5.19,20; 6:12-18; 1 Tesalonicenses 5:23; 2 Pedro 2:9; 3:18; 2 Corintios 3:17,18; Filipenses 3:7-14; 1 Tesalonicenses 5:16-18; Mateo 20:25-28; Juan 20:21; Gálatas 5:22-25; Romanos 8:38,39; 1 Juan 4:4; Hebreos 10:25

 

12.- La Iglesia

Los Adventistas del Séptimo día creen que la iglesia es la comunidad de los creyentes que confiesan que Jesucristo es el Señor y Salvador. Manteniendo la continuidad con el pueblo de Dios de los tiempos del Antiguo Testamento, se nos llama a separarnos del mundo; y nos reunimos para adorar, para tener comunión los unos con los otros, para ser instruidos en la Palabra, para la celebración de la Cena del Señor, para servir a toda la humanidad, y con el propósito de proclamar a todo el mundo el Evangelio. La iglesia deriva su autoridad de Cristo, quien es la Palabra encarnada, y de las Escrituras, que constituyen la Palabra escrita. La Iglesia es la familia de Dios; sus miembros, que fueron adoptados por él como sus hijos, viven en base al nuevo pacto. La iglesia es el cuerpo de Cristo, una comunidad de fe de la cual Cristo mismo es la Cabeza. La iglesia es la novia por la cual Cristo murió con el fin de santificarla y purificarla. Cuando vuelva triunfalmente, la presentará a sí mismo, una iglesia gloriosa, compuesta por los fieles de todas las edades, comprados con su sangre, los cuales no tienen mancha ni arruga, sino que son santos e inmaculados.

 

13.- El Remanente y Su Misión

Los Adventistas del 7º Día creen que La iglesia universal está compuesta de todos los que creen verdaderamente en Cristo, pero en los últimos días, que son una época de extensa apostasía, hay un remanente que ha sido llamado para guardar los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Este remanente anuncia la llegada de la hora del juicio, proclama salvación por medio de Cristo, y levanta su voz para anunciar la proximidad de su segundo advenimiento. Esta proclamación está simbolizada por los tres ángeles de Apocalipsis 14; coincide con la obra de juicio en el cielo y resulta en una obra de arrepentimiento y reforma en la tierra. A todo creyente se lo llama para que tenga una parte individual en el testimonio mundial de la iglesia.

 

14.- Unidad En El Cuerpo de Cristo

Los Adventistas del 7º Día creen que la iglesia es un cuerpo con muchos miembros, llamados de toda nación, tribu, lengua y pueblo. En Cristo somos una nueva creación; las distinciones de raza, cultura, educación y nacionalidad, así como las diferencias entre posiciones elevadas y humildes, ricos y pobres, varones y mujeres, no deben producir divisiones entre nosotros. Somos todos iguales en Cristo, el cual por un Espíritu nos ha unificado en una comunión con él y los unos con los otros; debemos servir y ser servidos sin parcialidad ni reservaciones. Por medio de la revelación de Jesucristo que presentan las Escrituras, compartimos la misma fe y esperanza, y proyectamos un solo testimonio ante todos. Esta unidad tiene su fuente en la unidad del Dios triuno, el cual nos ha adoptado como sus hijos.

 

15.- El Bautismo

Los Adventistas del 7º Día creen que por el bautismo confesamos nuestra fe en la muerte y resurrección de Jesucristo, y testificamos de nuestra muerte al pecado  y de nuestro propósito de caminar en novedad de vida. De este modo reconocemos que Cristo es nuestro Señor y Salvador, llegamos a ser pueblo, y somos recibidos como miembros por su iglesia. El bautismo es un símbolo de nuestra unión con Cristo, el perdón de nuestros pecados y nuestra recepción del Espíritu Santo. Se efectúa por inmersión en el agua, y depende de nuestra afirmación de fe en Jesús y evidencia de arrepentimiento del pecado. Sigue a la instrucción a las Sagradas Escrituras y la aceptación de sus enseñanzas.

 

16.- Servicio de Comunión

La Cena del Señor es la participación de los emblemas del cuerpo y la sangre de Jesús como una expresión de fe en él, nuestro Señor y Salvador. En esta experiencia de comunión, Cristo está presente para encontrarse con su pueblo y fortalecerlo. Al participar, proclamamos gozosos la muerte del Señor hasta que vuelva, la preparación para la Cena incluye el examen de uno mismo, el arrepentimiento y la confesión. El Maestro ordenó el servicio del lavamiento de los pies para simbolizar la purificación renovada, para expresar el deseo de servirnos los unos a los otros en humildad cristiana, y para unir nuestros corazones en amor. El servicio de la Comunión está abierto para todos los cristianos creyentes.

 

17.- Dones y Ministerios Espirituales

Los Adventistas del séptimo día creen que Dios concede a todos los miembros de su iglesia en todas las edades, dones espirituales, los cuales cada miembro debe usar en el ministerio de amor para el bien común de la iglesia y la humanidad. Dados por la agencia del espíritu Santo, el cual reparte a cada miembro según su voluntad, los dones proveen todas las capacidades y misterios que necesita la iglesia para cumplir  sus funciones divinamente ordenadas. Según las Escrituras, dichos dones incluyen los ministerios de la fe, sanidades, profecía, proclamación, enseñanza, administración, reconciliación, compasión, y servicio abnegado y caridad, para ayuda y apoyo del pueblo. Algunos  miembros son llamados por Dios y capacitados por el Espíritu para realizar funciones reconocidas por la iglesia en misterios pastoral, evangelístico, apostólico y de enseñanza, los cuales se necesitan especialmente para equipar los miembros para el servicio, para edificar la iglesia hasta la madurez espiritual, y con el fin de promover la unidad de la fe y del conocimiento de Dios. Cuando los miembros usan estos dones espirituales como fieles mayordomos de la multiforme gracia de Dios, la iglesia se ve protegida de la influencia destructora de las falsas doctrinas, crece con el crecimiento que viene de Dios, y se ve fortalecida en la fe y en el amor.

 

18 El Don de Profecía

Los Adventistas Del Séptimo Día creen que uno de los dones del Espíritu Santo es la profecía. Este don constituye un rasgo que identifica a la Iglesia remanente, y se manifestó en el ministerio de Elena G. de White, por haber sido la mensajera del Señor, sus escritos proveen una fuente de verdad perdurable y autoritativa, que provee para la Iglesia consuelo, conducción, instrucción y corrección. Además, hacen claro el hecho de que la Biblia es la regla con la cual se debe probar toda enseñanza y experiencia.

 

19.- La Ley de Dios

Los Adventistas del 7º Día creen que los grandes principios de la ley de Dios se hallan incorporados en los Diez Mandamientos, y ejemplificados en la vida de Cristo. Expresan el amor de Dios, su voluntad y sus propósitos en lo que concierne a la conducta y las relaciones humanas, y son obligatorios para todo individuo en todas las edades. Esos preceptos son la base del pacto que Dios ha hecho con su pueblo, y la norma que se usa en el juicio de Dios. Por medio de la agencia del Espíritu Santo, definen el pecado y despiertan el sentido de nuestra necesidad de un Salvador. La salvación viene exclusivamente por gracia y no por obras, pero su fruto es la obediencia a los mandamientos. Esta obediencia desarrolla el carácter del cristiano y produce una sensación de bienestar. Constituye una evidencia de nuestro amor por el Señor y de nuestra preocupación por nuestros semejantes. La obediencia de fe demuestra el poder que Cristo tiene para transformar vidas, y en consecuencia fortalece el testimonio del cristiano.

 

20.- El Día de Reposo

Los Adventistas del 7º Día creen que el benéfico creador, después de los seis días de la creación, reposó en el séptimo día e instituyó  el Sábado para toda la humanidad como un memorial de la creación. El cuarto mandamiento de la inmutable ley de Dios requiere la observancia de este séptimo día Sábado como el día de reposo, adoración y ministerio en armonía con la enseñanza y la práctica de Jesús, el Señor del Sábado. El Sábado es un día de deleitosa comunión con Dios y con nuestros semejantes. Es un símbolo de nuestra redención en Cristo, una señal de nuestra santificación, una muestra de nuestra fidelidad, y una anticipación de nuestro futuro eterno en el reino de Dios. El sábado es la señal perpetua que Dios ha dejado acerca de su pacto eterno entre él y su pueblo. La gozosa observancia de este sagrado tiempo, de tarde a tarde, de puesta de sol a puesta de sol, constituye una celebración de la actividad creadora y redentora de Dios.

 

21.- La Mayordomía

Los Adventistas del Séptimo Día creen que somos mayordomos de Dios, quien nos ha confiado tiempo y oportunidades, capacidades y posesiones, y las bendiciones de la tierra y sus recursos. Somos responsables ante él de su uso correcto. Reconocemos que Dios es el dueño, al rendir fiel servicio tanto a él como a nuestros semejantes, y al devolver los diezmos y dar ofrendas para la proclamación de su Evangelio y el apoyo y crecimiento de su iglesia. La mayordomía es un privilegio que Dios nos concede para ayudarnos a crecer en amor y obtener la victoria sobre el egoísmo y la codicia. El mayordomo se regocija en las bendiciones que otros reciben como resultado de su fidelidad.

 

22.- Ética Cristiana

Los Adventistas del Séptimo Día creen que hemos sido llamados a constituir un pueblo piadoso que piensa, siente y actúa en armonía con los principios del cielo. Con el fin de que el Espíritu Santo reproduzca en nosotros el carácter de nuestro Señor, nos ocupamos únicamente en actividades que produzcan pureza cristiana, salud y gozo en nuestras vidas. Esto significa que nuestras diversiones y entretenimientos deben hallarse a la altura de las más elevadas normas de la belleza y el gusto cristianos. Sin dejar de reconocer las diferencias culturales, nuestra vestimenta debe ser sencilla, modesta y presentable, como corresponde en el caso de individuos cuya verdadera belleza no consiste en el adorno exterior, sino en el ornato incorruptible de un espíritu manso y apacible. Significa además que, por cuanto nuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo, debemos cuidar de ellos en forma inteligente. Junto con el descanso y el ejercicio adecuado, debemos adoptar el régimen alimentario más sano posible, y abstenernos de los alimentos impuros que identifican las Escrituras. Ya que las bebidas alcohólicas, el tabaco y el uso irresponsable de drogas y narcóticos son dañinos para nuestro organismo, debemos abstenernos también de ellos. En vez de usarlos, debemos ocuparnos en todo lo que contribuya a colocar nuestros pensamientos y cuerpos bajo la disciplina de Cristo, quien desea para nosotros gozo, bondad y salud perfecta.

 

23.- El Matrimonio y La Familia

Los Adventistas del Séptimo Día creen que el matrimonio fue divinamente establecido en el Edén, y Jesús afirmó que constituía una unión de toda la vida entre un hombre y una mujer, en amoroso compañerismo. Para el cristiano, el compromiso del matrimonio se hace con Dios así como con el cónyuge, y deben entrar en él únicamente los contrayentes que comparten una fe común. El amor mutuo, el honor, el respeto y la responsabilidad constituyen la trama de esta relación, la cual debe reflejar el amor, la santidad, la intimidad y la permanencia de la relación que existe entre Cristo y su iglesia. En lo que se refiere al divorcio, Jesús enseñó que la persona que se divorcia de su cónyuge, excepto por fornicación, y se casa con otro, comete adulterio. Si bien es cierto que algunas relaciones familiares pueden estar lejos de ser ideales, los cónyuges que se entregan enteramente el uno al otro en Cristo, pueden lograr unidad en amor por medio de la conducción del Espíritu y el apoyo de la iglesia. Dios bendice la familia y se propone que sus miembros se ayuden unos a otros  en sus esfuerzos por lograr la madurez completa. Los padres deben guiar a sus hijos en amor y enseñarles a obedecer al Señor. Por su ejemplo y sus palabras deben enseñarles que Cristo es su amoroso Maestro, siempre tierno y solícito, que anhela verlos convertirse en miembros de su cuerpo, la familia de Dios. El aumento de la unidad familiar es uno de los aspectos distintivos del mensaje final evangélico.

 

24.- El Ministerio de Cristo En El Santuario Celestial

Los Adventistas del Séptimo Día creen que en el cielo hay un santuario, el verdadero tabernáculo que levantó el Señor y no el hombre. En él, Cristo lleva a cabo su ministerio en nuestro favor, poniendo a disposición de los creyentes los beneficios de su sacrificio expiatorio realizado una vez para siempre en la cruz. Cuando ascendió al cielo, inauguró su ministerio intercesor como nuestro Sumo Sacerdote. En 1844, al fin del periodo profético de los 2300 días, entró en la segunda y última fase de su ministerio expiatorio. Es una obra de investigación judicial, la cual es parte de la eliminación definitiva de todo el pecado, tipificado por la purificación del antiguo santuario hebreo en el Día de la Expiación. En ese servicio típico, se purificaba el santuario con la sangre de sacrificios animales, pero las cosas celestiales se purifican con el perfecto sacrificio de la sangre de Jesús. El Juicio Investigador revela ante las inteligencias celestiales quiénes de entre los muertos durmieron en Cristo, y por lo tanto son en él considerados dignos de participar de la primera resurrección. También manifiesta quiénes de entre los vivos permanecen en Cristo, guardando los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, y se hallan por lo tanto listos en él para ser trasladados a su reino eterno. Este juicio vindica la justicia de Dios al salvar a los que creen en Jesús. Declara que los que han permanecido leales a Dios recibirán al reino. La consumación de este ministerio de Cristo poco antes de la segunda venida marcará el cierre del tiempo de prueba para la raza humana.

 

25.- La Segunda Venida de Cristo

Los Adventistas del Séptimo Día creen que la segunda venida de Cristo es la bendita esperanza de la Iglesia, la gran culminación del Evangelio. La venida del Salvador será literal, personal, visible y mundial. Cuando él regrese, los muertos justos resucitarán, y junto con los justos vivos serán glorificados y llevados al cielo, pero los injustos morirán. El cumplimiento casi completo de todos los lineamientos proféticos, junto con la condición actual del mundo, indica que la venida de Cristo es inminente. El tiempo de ese acontecimiento no ha sido revelado, y por lo tanto se nos exhorta a estar siempre listos.

 

26.- La Muerte y La Resurrección

Los Adventistas del Séptimo Día creen que la paga del pecado es muerte. Pero sólo Dios, que es inmortal, otorgará la vida eterna a sus redimidos. Hasta ese día la muerte es un estado de inconsciencia para toda la gente. Cuando Cristo, que es nuestra vida, aparezca, los justos resucitados y los justos vivos serán glorificados y alzados para encontrarse con su Señor. La segunda resurrección, la de los impíos, sucederá mil años después.

 

27.- El Milenio y El Fin del Pecado

Los Adventistas del Séptimo Día creen que el milenio es el reinado de Cristo en el cielo con sus santos durante mil años, entre la primera y la segunda resurrección. Durante este tiempo los impíos muertos serán juzgados; la tierra estará completamente desolada, sin habitantes humanos, pero ocupados por Satanás y sus ángeles. Al final, Cristo con sus santos y la Ciudad Santa descenderán del cielo a la tierra. Entonces resucitarán los muertos en pecado, y junto con Satanás y sus ángeles rodearán la ciudad; pero el fuego de Dios los consumirá y purificará la tierra. Así el universo será librado del pecado y de los pecadores para siempre.

 

28.- La Tierra Nueva

Los Adventistas del Séptimo Día creen en la tierra nueva, donde mora la justicia y Dios proveerá un hogar eterno para los redimidos y un ambiente perfecto de vida, amor y gozo, y de conocimiento en su presencia. Porque allí Dios mismo habitará con su pueblo, y el sufrimiento y la muerte pasarán. La gran controversia terminará, y el pecado no existirá más. Todas las cosas, animadas e inanimadas, declararán que Dios es amor; y él reinará para siempre. Amén.

Textos que la sustentan:

2 Pedro 3:13; Isaías 35; 65:17-25; Mateo 5:5; Apocalipsis 21:1-7; 22:1-5; 11:15

 

 

 

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